El incremento de los precios de las materias primas, y en especial de los granos básicos, del maíz y del trigo, se venía registrando desde el año pasado. Después del año de la pandemia, 2020, cuando cayó la producción y el comercio internacional, cuando se colapsaron las cadenas globales de valor, tanto por la caída de la producción como del transporte, la recuperación de la economía se acompañó, además de su comportamiento desigual, territorial y sectorialmente, con nubarrones crecientes, tanto en el sector financiero, en los mercados de valores, en los tipos de cambio de las monedas, en el crecimiento de la deuda pública externa, en el endeudamiento crítico de las grandes empresas y, por supuesto, en el incremento de la deuda de los hogares.
La invasión de Rusia a Ucrania y la respuesta de amplio espectro, una guerra híbrida, de Estado Unidos con la Europa subordinada, con dineros y armas, en forma directa y a través de la OTAN, y hasta con mercenarios, atizó la dinámica inflacionaria. El barril de petróleo supera los 100 dólares y el gas ha multiplicado su precio, particularmente en Europa que depende en gran medida del gas ruso. La reserva federal de Estados Unidos anunció ayer la elevación de las tasas de interés y, con ello, da un empujón a la inflación. Se registran, así, incrementos de precios no registrados hace décadas.
