Pocos días antes de la toma de protesta de Andrés Manuel López Obrador como Presidente de México, el gobernador de Michoacán, Silvano Aureoles Conejo, decidió emprender una cruzada legal y mediática para trasladarle a la Federación la obligación del pago de la nómina del magisterio michoacano. Pocos días después, y quizá ante el evidente hecho de que López Obrador no se subió al ring con Aureoles, el michoacano lanzó otro picón, ahora usando de pretexto la supuesta inconstitucionalidad de la figura de los delegados únicos que el tabasqueño utilizará como enlace con las entidades.
Pero no solo eso, Aureoles desafía al nuevo mandatario federal y al enorme bono democrático que con el llega a su encargo diciendo que si no le es resuelto su planteamiento en relación con las obligaciones con el magisterio, marchará a la Ciudad de México y ha dicho que con López Obrador “La República está en riesgo” ante lo que para él es una ausencia de equilibrios en el Congreso de la Unión.
La bravuconada del gobernador michoacano no solo denota la falta de oficio con la que se está conduciendo, en temas que pueden ser resueltos con una relación institucional y cordial con el nuevo Presidente, sino que ademas evidencia su incomodidad con López Obrador en Palacio Nacional y quizá su mayor simpatía con el priísta Enrique Peña Nieto a quien elogió en una visita que tuvo a Sahuayo, apenas en octubre pasado. Esto no es gratuito, la cercanía de Aureoles con el priismo tuvo su luna de miel en el “Pacto por México” y ahora se retuerce en la silla cuando su antiguo interlocutor ha perdido el poder.
La tónica de su discurso seguramente será la de sus antiguos mentores, quienes son los administradores de la franquicia del PRD. El destino del partido de Aureoles y en el que seguramente su peso específico se ha incrementado ante el abandono que que ha sufrido por parte de sus liderazgos históricos, será el de él mismo: convertirse en bisagra de componendas y esquirol de banderas justas.
Pero aún más allá, la estridencia de Aureoles hacia la cuarta transformación tiene un tufillo de cocina palaciega, de conversación de sobremesa en la que los comensales seguro reproducen las letanías de sus agoreros favoritos. Sí, “la República está en peligro”, lo dijo Salinas y lo vuelve a decir Silvano para recordarnos que su exquisita retórica apenas le alcanza para reproducir ese lugar común.
Aureoles y quienes defienden sus posturas desconocen la democracia o fingen hacerlo. Y es que el equilibrio de fuerzas en las cámaras o el “desequilibrio” que el gobernador señala, es producto de un mandato popular que ellos legitimaron con su participación, incongruente ideológicamente, pero igual de válida con las reglas actuales, esas reglas con las que perdieron y con las que fueron reducidos a una representación pírrica.
En medio de todo, la cordura ha quedado del lado del Presidente López Obrador quien ha evitado ponerse los guantes contra Aureoles y ha dejado entrever, sin decir nombres, que federalizará la nómina magisterial y retirará a los delegados federales de asuntos de seguridad. Bien por el tabasqueño quien evita confrontaciones nada redituables para los michoacanos.