Textos y Contextos Hace 25 años el PRI no mató a Colosio, hace 25 años el PRI se hirió de muerte

Hace 25 años, el Partido Revolucionario Institucional (PRI), no asesinó a su candidato a la presidencia; hace 25 años, el PRI se hirió de muerte. Tras el deceso de Luis Donaldo Colosio, ha sido un secreto a voces que fue gente “del partido” y del propio sistema gubernamental, quienes se encargaron de asesinarlo; sin embargo, es una verdad que todos sabemos pero no se ha querido hacer oficial.

El hecho del asesinato y más aún, el proceso de investigación subsecuente, ha sido tan intrigante que se han realizado películas e incluso series de televisión en las cuales ya sin miramientos se apunta a importantes personalidades de la política nacional como los responsables del crimen; pero de ahí no pasa, de sospechas en la ficción.

A últimas fechas, y justo cercanos al 23 de marzo, día en el que en 1994, Colosio fue ejecutado en Lomas Taurinas, Tijuana, el actual presidente Andrés Manuel López Obrador, ha planteado la posibilidad de reabrir el caso de dicho crimen, dado que el único afectado realmente fue Mario Aburto, aquel supuesto pistolero solitario cuya misión en la vida fue impuesta por algún hombre de poder de quien aún no se afirma su identidad.

Lo preocupante es que, por ejemplo, en la nueva serie de Netflix: “Historia de un crimen: Colosio”, dentro de la trama, surgen personajes como Manlio Fabio Beltrones, Carlos y Raúl Salinas de Gortari, José Córdoba Montoya, Manuel Camacho Solís… En fin, un montón de nombres que en la ficción son presentados como “los malos”, “los delincuentes”, un grupo en el poder que literalmente actuó contra una mafia y fueron quienes ejecutaron el plan para deshacerse del entonces candidato presidencial, pero hasta ahí queda, en meros personajes de la televisión.

¿Por qué a los mexicanos no nos importa que los criminales de la pantalla sean quienes por muchos años siguieron manejando el país desde la cúpula de la política nacional? ¿Será que estas series políticas tienen un efecto similar a las series sobre narcotráfico y entonces normalizan problemáticas que en realidad debieran ser de urgencia nacional? ¿Por qué si en la ficción nos muestran al PRI como un conjunto de malandrines capaces incluso de asesinar para perpetuarse en el poder, siguieron vivos como institución política e incluso les permitimos su retorno al poder en 2012?

A veinticinco años de un crimen de Estado ante todos los reflectores, y claro que es de Estado por todo el encubrimiento de ciertos órganos internos y posible planeación desde algún punto del gobierno, uno se pregunta por qué el pueblo mexicano ha sido tan permisivo y olvidadizo en asuntos tan delicados como el caso Colosio, como Atenco, como Acteal, ¿en qué momento se nos hizo costumbre la impunidad?

Que Luis Donaldo Colosio era el gran reformista que México necesitaba: nunca lo sabremos, dos balas nos quitaron la posibilidad de comprobarlo; lo que sí es una realidad es que ese mismo par de proyectiles hirieron de muerte al PRI, y de Colosio ese será su gran legado. Hoy el Revolucionario Institucional renguea como una oposición que carece de liderazgo y legitimidad porque ya desde 1994, el partido se desmembró y en el sexenio de Ernesto Zedillo echaron a perder la economía nacional, que ya de por sí el neoliberalismo estaba desarticulando.

 La pregunta es si los mexicanos permitiremos que siga existiendo ese ente peligroso que acecha como un muerto vivo con esperanzas de recuperar el mando: ese partido que logró perpetuarse en el poder asesinando opositores, haciendo fraudes, encumbrando la cleptocracia en el sistema e incluso, matando a su propio candidato.

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