Los expertos del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático, órgano asesor de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), presentaron un informe realizado por 107 investigadores de 52 países, en el que alertaron sobre la necesidad de reducir el consumo de carne para disminuir la contaminación y la emisión de gases de efecto invernadero.
A partir de la publicación de dicho informe, en las redes sociales de Internet y diversos medios de comunicación, se ha desatado el debate de si en realidad la disminución en la ingesta de cárnicos es la solución para salvar al planeta de la destrucción que ha causado la raza humana. Aunque en efecto, la depredación del hombre ha causado tremendos estragos, no sólo es su dieta voraz lo que destruye al mundo, sino también el pensamiento consumista que a su vez consume los recursos de forma irracional.
En su texto “Las ciudades invisibles”, Italo Calvino expone a la ciudad de Leonia como un lugar donde los habitantes basan su pasión y felicidad en “gozar de las cosas nuevas y diferentes”.
“La ciudad de Leonia se rehace a sí misma todos los días”, dice Calvino, y explica que los pobladores, despiertan entre sábanas frescas cada día, se lavan con jabones recién sacados del empaque, extraen del refrigerados más perfeccionado siempre latas sin abrir de alimentos, y escuchan los últimos sonetos en sus radios nuevas. Sin embargo, “en las aceras, envueltos en tersas bolsas de plástico, los restos de la Leonia de ayer, esperan los carros de la basura. No sólo tubos de dentífrico aplastados, bombilla fundidas, periódicos, envases, materiales de embalaje, sino también calderas, enciclopedias, pianos, servicios de porcelana”.
“Más que de las cosas que cada día se fabrican, venden, compran, la opulencia de Leonia se mide por las cosas que cada día se tiran, para ceder su lugar a las nuevas, tanto que uno se pregunta si la verdadera pasión de Leonia es en realidad, como dicen, gozar de las cosas nuevas y diferentes y no más bien expulsar, apartar, purgarse de una recurrente impureza”.
Ahí entonces la gran crítica que hace Calvino a la sociedad actual, porque en efecto, como en Leonia, la gente de nuestra era no quiere saber nada de lo que pasa con sus desechos después de haberlos tirado, los cuales se amontonan en algún lugar que no es secreto, pero que por vergüenza queremos negar.
Y claro que nos debe dar vergüenza porque en efecto, no sólo es consumir carne lo que contamina al mundo, como lo dice la ONU; lo que en realidad contamina es nuestra bestial necesidad de tener lo nuevo, de estrenar, de no utilizar nuestros recursos hasta que de verdad dejen de ser funcionales. ¿Cuántas cosas no has tirado o dejaste de usar cuando en realidad aún tenían una vida útil?
Aunque son empresas petroleras como ExxonMobil, Shell, BP, Chevron, Peabody, Total, BHP Billiton, y PetroChina, las que más generan gases de efecto invernadero, según la BBC Mundo, la segunda industria más contaminante es la de la moda. Es decir, producir ropa, por ejemplo, puede costar 5 mil galones de agua para generar una playera o un par de pantalones de algodón, o 70 millones de barriles de petróleo al año para generar prendas de poliéster.
Por eso la contaminación no sólo es generada por la carne y ni siquiera podemos culpar sólo a la industria: somos nosotros, los consumidores irracionales los que tenemos al mundo de cabeza en el proceso de autodestrucción de una raza que, luego de milenios de existir, no ha terminado de entender que si acaba con el territorio en el que vive, se está aniquilando así misma.
Y por eso, si las fábricas, los procesos industriales, cada vez son más agresivos con el ambiente, es porque existe un mercado que cada día demanda más objetos inútiles para satisfacer sus necesidades creadas, gracias a las cuales, como los habitantes de Leonia, parece haber más placer en desechar que en utilizar lo que verdaderamente funciona.
La economía es psicológica, y como las economías de escala le son más rentable a las grandes empresas, nos han convencido de que entre más tienes, entre más nuevo es, más valor como ser humano ostentas en este mundo neoliberal; sin embargo, alguien debiera decirnos, tal vez la ONU, tal vez alguna organización internacional a la que el mundo le haga caso, que es momento de frenar nuestro consumismo elitista exacerbado, al tiempo en el que consideramos disminuir el consumo de carne para salvar al planeta.