Pertenezco a una generación a la cual, sin duda, le tocó perder… Claro, esto siempre y cuando se pertenece al grueso de la población que vive en un país “en desarrollo” y es parte de la clase media para abajo. Nuestra generación, esa que llaman “Y” o Millennial, es la que carga con las decisiones de un grupo de políticos que creyeron una buena idea vender los recursos públicos, privatizarlo todo, robarlo todo y devaluar la moneda.
Siempre lo supe: nacimos contra la corriente, yendo río arriba como los salmones, pero, el otro día, andando por el súper mercado, vi la caja de un juego de mesa, ese llamado Monopoly, y justo era una versión Millennial, que decía de manera promocional: “olvídate de las bienes raíces, de todos modos no te alcanza”.
Así es, el mercado se burla de nosotros en una paradoja malévola en la que justo productos como el Monopoly: algo innecesario, caro, inútil, que sirve sólo para pasar el tiempo, se ríe con una frase impresa en su caja de una generación que ya no va a lograr tener nada más que experiencias.
Y es justo eso de lo que pretenden convencernos: el dinero que tanto cuesta ganar y que vale tan poco en nuestros países “en desarrollo”, sólo sirve para “pasarla bien”, lo que genera un mayor flujo económico pero una menor expectativa para las nuevas generaciones de lograr escalar en la escala social. En ir al cine, en viajar, en beber un café con el nombre en tu vaso, a eso aspiramos estas generaciones.
Según el medio especializado “Entrepreneur”: “En general, los millennials tienen patrones de consumo muy específicos. Por ejemplo, invierten 34.1% de sus ingresos mensuales en alimentos y bebidas, y hasta 18.8% en transportación. Asimismo, el 18% de ellos adquiere artículos que no necesita y el 54% suele realizar compras que se salen de su presupuesto”.
El sistema mundo en el que nacimos no nos enseñó a mirar hacia el futuro, sino que nos mostró las delicias de un presente sin solidez que no ofrece un proyecto de vida en el cual los jóvenes puedan poner su determinación.
Precisamente, el sociólogo polaco, Zygmunt Bauman, en su libro “Vidas desperdiciada, la modernidad y sus parias”, explica cómo los millennials, somos gente tendiente a la depresión, sin perspectivas de vida, con un miedo tremendo a no encajar en una sociedad que ya no tiene lugar para nosotros. Somos muchos, no hay trabajo para todos, el dinero se reparte de forma desigual, imposible vivir aquí.
En Chile, miles de jóvenes y ciudadanos llevan más de un mes en la lucha porque se cansaron de eso. Allá el sistema neoliberal, la escuela de Chicago, fue más allá: para estudiar una carrera universitaria había que endeudarse con un crédito vitalicio por lo que los chilenos no tenían más que ver su formación como inversión y no podían estudiar más que licenciaturas con esperanza de inserción laboral.
Entonces había que abandonar todo tipo de carreras vinculadas, por ejemplo, a las ciencias sociales o las humanidades, generalmente con materias reflexivas que terminan por formar ciudadanos críticos y conscientes de la realidad… ¿Para qué necesitaría el sistema económico actual a un filósofo?
En Asia, solo Corea del Sur tiene una tasa de suicidios más alta que la de Japón según la Organización Mundial de la Salud, que explica, dicho país tiene 26,9 muertes por cada 100 mil habitantes en 2017, comparada con las 18,5 muertes en Japón y las 3,2 en Filipinas. También se explica que una de las principales causas de muertes en Japón es el estrés provocado por las culturas de trabajo intenso de los países de Asia Oriental, lo cual aumenta estas tasa de suicidios.
Soy de una generación a la que en el estacionamiento ya no le cobra una persona, sino una máquina, una muy similar a la que te permite hacer pagos en el banco, o en el servicio telefónico… Una generación desplazada, sin perspectivas, una que tiene hasta cuatro empleos y aún así, no logra nada.
Somos una generación enajenada por la publicidad, comprando cosas caras que no necesita, que encuentra placer en desechar lo que todavía sirve pero ya pasó de moda… Somos la generación a la que le tocó perder. Quizás revoluciones como la que vive hoy Chile, le augure un mejor destino a quienes lleguen en el futuro.