Zapata con tacones sí; Zapata con tacones no. Feministas que raya monumentos sí; feministas que rayan monumentos no. Aborto legal sí; aborto legal no. La sociedad se divide día a día, por cosas de las cuales quizás muchos ni deberíamos opinar, pero lo hacemos, ¿y quién pierde ante la división de la esfera pública?
Bueno, primero deberíamos pensar en quién gana. Cuando un movimiento social surge y toma fuerza, como todo lo que tiene visibilidad en este sistema capitalista, huele a dinero. Entonces, las inquietudes e inconformidades sociales, en muchas ocasiones antes que nada son oportunidades de venta.
Por ejemplo, los desfiles por la diversidad sexual, se ven plagados de marcas que se dicen “amigas” del movimiento y capitalizan las ideas sociales para generar ganancias de corporaciones a las cuales, lo que menos les importa, es la transformación de las estructuras bajo las que vivimos.
La más clara muestra es Ernesto “El Che” Guevara y su rostro estampado en la fotografía de Korda: “El Guerrillero Heroico”, lo que después se convirtió en una plantilla, de hecho la imagen más vista del Siglo XX, y que paradójicamente, genera millones de ganancias al sistema contra el que luchaba el mismo “Che”.
Un problema claro en esta situación es que como sociedad, le entramos a los temas así, al “ahí se va”, creyendo que una opinión se sustenta de la mera creencia inmediata a priori, sin análisis, reflexión, estudio, teoría, entre otras herramientas. Hablamos de aborto sin ser mujeres, sin haber tenido una situación de embarazo; hablamos de homosexualidad sin ser homosexuales; hablamos de Zapata en tacones sin saber ni dónde nació “el Caudillo del Sur” o si quiera qué proponía en el Plan de Ayala.
Sin embargo, qué buenas oportunidades surgen para el mercado ante la división, porque cuando la sociedad se parte, los individuos requieren reforzar su identidad, y tristemente no lo hacen, en su mayoría, con ideas, sino con productos que con la imagen representan un superfluo pensamiento.
Por otro lado, la división coadyuva a la facilidad del control social. Pensemos en países como Brasil, que están bajo regímenes extremistas, de ideas opresoras de derecha cuyo fin es precisamente la polarización de la esfera pública. Aunque es bien sabido que el Estado tiene el “monopolio legítimo de la violencia” para mantener su control, es más sencillo tener a raya a una sociedad que se auto reprime sola.
En México lo hemos visto en últimos días: los campesinos reprimen a la comunidad a favor de la diversidad sexual por usar una imagen de Zapata con sombrero rosado y zapatillas; los pro vida castigan con su crítica a quienes apoyan la decisión libre al aborto; las feministas radicales son señaladas hasta por otras mujeres, y aunque en el presente, los mexicanos contamos con un gobierno que permite la pluralidad y evita la represión violenta, nuestra conducta ya es una tendencia global que implica siempre estar polarizados y no aprovechamos esas nuevas libertades de expresión pública porque entre nosotros nos juzgamos.
Luego entonces, herramientas como Facebook, Twitter o Instagram, funcionan como el conocido panóptico en el que la sociedad se vigila a sí misma. Tan sólo podríamos preguntar: ¿no fueron los que se molestaron por Zapata en tacones, quienes hicieron más popular la imagen del Caudillo con una actitud homosexual? Ahora ya millones de personas en el mundo conocen la pintura, cosa que no hubiera pasado sin la polarización.
Entonces, ¿quién pierde ante la división de la esfera pública? Pues nosotros, la gente que opinamos, que estamos en las calles viviendo esas divergencias y peleando en las redes por lograr algo que sí todos nos uniéramos, podríamos alcanzar. Aquí ganan los medios, las empresas, los políticos que capitalizan el discurso… La división no ayuda en nada a las grandes transformaciones.
Ryszard Kapuscinski, en “El encuentro con el Otro”, menciona que para interactuar con otro ser humano, hay tres vías: la guerra, la muralla y el diálogo… En este Siglo XXI, vivimos entre guerras y murallas, no queremos entender ni las motivaciones ni los problemas del que tenemos enfrente.