El presidente Andrés Manuel López Obrador lanzó un reto, quizás innecesario, a sus detractores en el Frente Anti-AMLO (FRENAA): si se movilizaban 100 mil o más personas en su contra, renunciaba. Por eso, los opositores salieron este sábado a una marcha cuyo objetivo no queda claro.
Su deseo es obvio: que renuncie el presidente; su presencia en el Zócalo, sus marchas, su carácter como oposición, todo es legítimo; sin embargo, lo que no tienen es ni la más mínima idea de qué seguiría después.
La transformación política más grande en la Edad Contemporánea, ha sido la Revolución Francesa. De 1789 a 1794, se vivieron diversos acontecimientos en aquel país europeo que terminaron por derrocar a Luis XVI y a todo el sistema monárquico; a partir de entonces, no hubo más familia real en el país galo.
Pero en aquella época, se necesitaron dos factores para lograr tan histórico objetivo: la movilización social y la teoría política. La primera vino del hambre que sufría la sociedad en el campo francés y la indignación que provocaba el despilfarro de la Reina María Antonieta, fanática de las fiestas, los lujos y la vida estrafalaria.
Por otro lado, fueron los Ilustrados: Voltair, Russeau, Montesquieu, Diderot, entre muchos otros, quienes sentaron las bases teóricas sobre la sociedad, la división de poderes, el poder político y demás estructuras del sistema Mundo. “El espíritu de las leyes” y “El contrato social”, entre otras publicaciones, fueron clave en el despertar del pueblo francés y de personajes como Maximilien Robespierre, que terminó por liderar gran parte del movimiento revolucionario.
En su libro, “La pedagogía del oprimido” (1968), el filósofo brasileño Paulo Freire, mencionando a Ernesto “El Che” Guevara, afirma que “toda acción revolucionaria necesita una teoría revolucionaria”. Asimismo, cita al guerrillero argentino: “Déjeme decirle —declaró, dirigiéndose a Carlos Quijano—, a riesgo de parecer ridículo, que el verdadero revolucionario está guiado por grandes sentimientos de amor. Es Imposible pensar en un revolucionario auténtico sin esta cualidad”.
A partir de un sinnúmero de testimonios recogidos en las redes sociales, ha quedado claro que los miembros de FRENAA no tienen ninguna teoría que respalde su movimiento: le llaman comunismo a lo que no lo es, mostrando que no conocen ni lo más básico del término; se confunden con información falsa y sensacionalista: aseguran, por ejemplo, que López Obrador es argentino; su único proyecto es “fuera López”, pero no presentan alternativa alguna sobre la administración pública o la gobernanza de México.
Su líder, Gilberto Lozano, más allá de abandonar a sus seguidores en un campamento que tiene más casas de campaña que ideales, habla sin criterio sobre el diablo, el mal, la vida privada de sus adversarios e incluso con ofensas que incluirían a sus propios correligionarios, diciendo que él no sirve estando en una casa de campaña, “como un payaso”.
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La gente de FRENAA ha demostrado ser agresiva, intolerante e incongruente, pues se adueñaron del Zócalo y no permiten que nadie ajeno a su movimiento transite por dicha plaza pública; ya olvidaron que ellos mismos tramitaron un amparo para llegar con su campamento al corazón del país, argumentando libre tránsito.
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México merece una oposición legítima, educada (en el sentido teórico, no escolar), propositiva y con causa social que de verdad represente un contrapeso al sistema gubernamental, haciendo gala de todo principio democrático y republicano; sin embargo, no hay asomo de un grupo que represente verdadero peligro político para el presidente Andrés Manuel López Obrador o el partido del que emanó, Morena, y eso se verá reflejado en las elecciones de 2021.