Textos y Contextos: Calderón y Peña Nieto: el control por la vía de la violencia y sus vínculos con el narcotráfico

En México, en América Latina, en las luchas contra los rebeldes de Medio Oriente, hay una constante para mantener un estado de terror en la población, lo que garantiza cierto control por parte de las fuerzas gubernamentales: la desaparición de personas. Este problema no solamente genera el dolor que provocaría el asesinato de los líderes de oposición, sino que, fomenta un ambiente de incertidumbre social en el que las personas abandonan lo que son, cambian sus vidas por completo con la te buscar a sus desaparecidos.

El caso mexicano ha sido un tema de urgencia desde 2006, pese a que es un problema que lleva existiendo al menos 50 años. El punto es que la desaparición se visibilizó con el ingreso a la esfera mediática del crimen organizado y grupos del narcotráfico, quienes hoy sabemos, tenían vínculos con personajes como Genaro García Luna y Salvador Cienfuegos Zepeda, hoy procesados en Estados Unidos. Los gobiernos anteriores desparecían personas como método de control.

Las dictaduras en Sudamérica fueron acciones militares muy claras para luchar contra el comunismo, en represiones incluso auspiciadas por los Estados Unidos: los argentinos, los chilenos, los uruguayos supieron de inmediato que los golpes de Estado traerían represión. En México se vivió desde la década de los sesentas, con cientos de jóvenes que desaparecieron de la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco aquel 2 de octubre de 1968. Ahí comenzó la llamada “Guerra Sucia”, en la que ser comunista era sinónimo de peligro, en una idea infundada desde el gobierno y los medios de comunicación aliados al mismo, pero que, por desgracia para nuestra conciencia colectiva, se dio en un escenario de falsa democracia.

Casos como el de Rosendo Radilla, desaparecido en 1974 y Jesús Piedra Ibarra, desaparecido en 1977, fueron los primeros y más llamativos de lo que miles de personas sufrirían después bajo el término de “desaparición forzada”, lo que sucedería hasta el año 2009, cuando apenas la Corte Interamericana de Derechos Humanos dictaminó el caso Radilla, condenando al Estado mexicano por responsabilidad de “desaparición forzada”.

Esta problemática, según los propios casos estudiados y definiciones, implica la participación del ejército, las autoridades, los policías, en el proceso de desaparición de una persona, por lo general con ideologías diferentes a las del poder establecido. Sin embargo, a partir de 2006, la desaparición fue un fenómeno irreconocible por el factor del narcotráfico: de pronto la gente desaparecía, pero ya no sabíamos por qué, para qué o quienes cometían el crimen.

Para comprender las causas por las que México transitó este sangriento episodio, hay que puntualizar que Felipe Calderón llegó a la presidencia con una ventaja de apenas 0.56 por ciento de los votos a su favor; es decir, unos 250 mil sufragios más que los obtenidos por Andrés Manuel López Obrador. Esto generó una sensación de ilegitimidad ante el nuevo presidente, más aún cuando las elecciones de 2006 padecieron montones de irregularidades que demostraban un fraude electoral.

Según datos de la Secretaría de Gobernación (Segob) publicados en febrero de 2013, existe una base de datos que contiene 26 mil 121 casos de “personas no localizadas” durante el sexenio de Felipe Calderón, un periodo gubernamental en el que, según investigaciones de la Fiscalía de Estados Unidos, altos mandos del gobierno, como el entonces Secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, estaban coludidos con grupos del crimen organizado en México, por lo que dicho personaje se encuentra detenido en Nueva York, enfrentando cargos de narcotráfico y falseo de declaraciones.

Otros personajes del sexenio de Calderón con acusaciones sobre narcotráfico por el Departamento de Justicia de EU son Luis Cárdenas Palomino, cuyo último cargo en la SSP fue en la División de Seguridad Regional de la Policía Federal de 2009 a 2013, y Ramón Pequeño García en la División Antidrogas, durante el mismo periodo.

Estos datos son de trascendencia en el tema de la desaparición debido a que a diferencia de la “guerra sucia”, en la “guerra contra el narcotráfico”, se añade el ingrediente del crimen organizado cuyas actividades aumentan exponencialmente la cifra de personas no localizadas en México.

Incluso, el ex policía federal, Javier Herrera Valles, quien estuvo en dicha corporación más de treinta años, denunció que García Luna construía desde las cúpulas de la seguridad federal un “pequeño cártel”, información que hizo llegar hasta el entonces presidente Felipe Calderón, quien, en respuesta, denuncia el propio Herrera Valles y le encarceló durante cuatro años, convirtiéndole en un perseguido político.

Una revisión del pasado nos muestra que el lunes 2 de octubre de 2006, Felipe Calderón iniciaba su primera gira internacional como presidente electo. Acompañado de una pequeña comitiva conformada por sus más allegados, viajó a diferentes países para entrevistarse con los gobiernos federales.

Fue Bogotá, Colombia, donde conversó con el entonces mandatario, Álvaro Uribe. Después de tener un desayuno, los jefes de Estado, uno en funciones, el otro, aprendiendo a funcionar, sostuvieron una mesa de trabajo dedicada, exclusivamente a abordar el tema de la lucha contra el narcotráfico.

Quienes acompañaron al presidente electo, aseguran que el colombiano lo fascinó con sus explicaciones sobre el papel del Ejército en la lucha contra la delincuencia organizada. Esa mañana, el Michoacano salió de la Casa del Nariño con la firme decisión de emular la lucha armada de Colombia en contra de los cárteles de la droga, de ser, el Uribe mexicano”, señala el periodista Ernesto Núñez Albarrán en su libro: “La tragedia del calderonismo, crónica de un sexenio fallido”.

En tanto, el periodista Rafael Cabrera cuenta: “Cuando el presidente Felipe Calderón se vistió la mañana del 3 de enero del 2007 con una casaca militar verde olivo, que le quedaba evidentemente grande y, no imaginaba lo que el futuro le deparaba: su gobierno quedaría marcado por la guerra contra el narco. Ese día, los militares presentes en Apatzingán, Michoacán, lo escucharon decir que no habría cuartel contra el crimen organizado. Vaticinó que habría muertos, pero no había manera de que calculara que serían tantos como unos 90 mil”.

Hoy sabemos que estos movimientos no se realizaron con el fin de combatir al crimen organizado, sino de obtener, a través del miedo, la legitimidad que Felipe Calderón y el Partido Acción Nacional no pudieron ganar en las urnas en las elecciones de 2006. En realidad, no fue una guerra contra el narcotráfico, sino una alianza con ciertos grupos criminales para encumbrarlos ante otros. El gobierno era el gran aliado del Cartel de Sinaloa.

Pero apenas el jueves también se realizó la detención de Salvador Cienfuegos Zepeda, secretario de la Defensa Nacional en el sexenio de Enrique Peña Nieto, quien en Estados Unidos es acusado por tres cargos de narcotráfico y uno de lavado de dinero. Según ha trascendido este personaje habría beneficiado al cártel H-2, ligado a los Beltrán Leyva, siendo también parte toral en la construcción del narco-Estado bajo el que vivimos durante muchos años.

Enrique Peña Nieto también fue un presidente acusado de la compra de votos, pero más aún, de ser un producto fabricado por medios de comunicación como Televisa, que al final resultó vacío, ignorante y falto de personalidad para tomar las riendas de México como presidente.

Episodios de la campaña de 2012 como el encierro en los baños de la Universidad Iberoamericana a partir de donde nace el movimiento #YoSoy132, o la Feria del Libro en Veracruz donde no supo ni decir tres libros que le gustaran, se sumaron durante su gobierno a la “Casa Blanca” y a la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa por los cuales, podríamos inferir, también requirió mantener el control social a través del miedo, la violencia y la desaparición de personas.

Los desaparecidos también son de Enrique Peña Nieto y de Felipe Calderón, de todos sus funcionarios vinculados al crimen organizado, ya sea por acción u omisión; todas las muertes a las que el ex presidente panista llamó “colaterales” ante su “guerra” también son suyas, y aún así quería un partido político llamado “México Libre”. Las estrategias de control se les salieron de las manos al ser jueces y parte al “luchar” contra los grupos criminales y metieron a México en el desastre del que hoy no podemos acabar de salir.

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