El G-20 es una agrupación internacional de ministros de hacienda y finanzas, que se constituyó en 1999 y ha tomado mayor relevancia a partir de la crisis de 2008, como instancia de reunión de jefes de Estado, cuyos integrantes representan al 66% de la población mundial y el 85% de la economía mundial. Su formación respondió a la necesidad de intercambiar opiniones y delinear políticas económicas y sociales a seguir, ante la inoperancia de la ONU, de la misma OMC creada en 1995. Otra instancia que establece políticas económicas, con mayor influencia, es la OCDE.
En la última reunión del G-20 realizada hace unos días, se destacó la importancia del multilateralismo, en contraposición con la posición de Donald Trump que se fue a jugar golf y que a lo largo de todo su gobierno rompió con casi todas las instancias multilaterales: del TPP al acuerdo de París sobre el clima, a la Organización Mundial de Salud, a la UNESCO, etcétera, etcétera. Así mismo se destacó el análisis sobre el curso de la pandemia y el riesgo de una “segunda ola” para la que hay que estar preparados.
México ha tenido una destacada participación en las últimas reuniones del G-20 al plantear la necesidad de condonar la deuda de los países más pobres y la necesidad de que la vacuna contra el COVID sea universal y gratuita. Se ha acordado suspensión provisional de pago de la deuda bilateral durante seis meses y más allá, hasta junio de 2021, y más de 70 países se ha acogido a esta propuesta. En particular AMLO puso sobre la mesa el considerar al derecho a la salud como un derecho humano que el Estado debe garantizar y trabajar juntos para recuperar el crecimiento económico desde su perspectiva, de abajo hacia arriba.
Sin embargo, hay que estar consciente que estos acuerdos, si los hay, no son realmente obligatorios para los gobiernos.