La única protección efectiva que tenemos hasta ahora contra la COVID-19 son las vacunas y las medidas que conocemos desde que comenzó la pandemia hace casi dos años: cubrebocas, lavado de manos y distanciamiento social, aseguró la especialista en virología de la UNAM y miembro de El Colegio Nacional, Susana López Charretón.

A partir de la aparición del virus SARS-CoV-2 surgieron productos milagro que prometían prevenir la infección, como el dióxido de cloro; otros, que aseguraban curarlo, como la hidroxicloroquina, o la ivermectina, que ya se ha demostrado no tienen efecto alguno, pero incluso hay médicos que lo siguen recetando.

El dióxido de cloro, los tés y otras medidas que no funcionan y han sido ampliamente viralizados en redes sociales y de boca a boca, representan un riesgo alto para la salud: “Ninguno de ellos protege. La única protección son las vacunas”, recalcó la integrante del Instituto de Biotecnología.

Entre las últimas noticias que han circulado están: dos ácidos de la cannabis pueden unirse a la proteína espiga del SARS-CoV-2, bloqueando un paso crítico en el proceso que utiliza el virus para infectar a las personas. Sin embargo, esta información que se encuentra en el Journal of Natural Products como una investigación en proceso, https://pubs.acs.org/doi/10.1021/acs.jnatprod.1c00946, dice “como complemento a las vacunas…”, pero se ha tergiversado en la creencia que el consumo de mariguana ayuda a prevenir y combatir la COVID-19.

Otra desinformación a partir de la aparición de la variante Ómicron y del incremento en los contagios en México y el mundo, es que las vacunas ya no sirven contra esta cepa, y que tampoco los cubrebocas realizan su función; el argumento es que si las vacunas funcionaran, no habría tantos contagios.

Al respecto, López Charretón aclaró: “sí están funcionando. La mayor parte de la gente que se infecta y está vacunada, tiene síntomas leves. Desde el principio el mensaje ha sido muy claro: las vacunas no protegen contra la infección, sino contra la evolución grave de la enfermedad y consecuencias más severas, como la muerte”.

La integrante de la Academia Mexicana de Ciencias insistió en que, aunque presenta algunos cambios, el virus sigue siendo el mismo en esencia, y las medidas usadas desde el principio de la pandemia aún funcionan. En el caso de los cubrebocas, utilizar uno de tela es mejor que nada y si la gente no puede tener los KN95 puede usar dos quirúrgicos y uno de tela; es decir, tratar de filtrar en la mayor medida posible el aire que respiramos y exhalamos.

Una idea popular más es que “la pandemia es negocio de las farmacéuticas”, a lo que la experta reconoció que hay una parte de negocio, pero también hay esfuerzos de la Organización Mundial de la Salud y empresas para facilitar o hacer más accesibles los medicamentos y vacunas para países de menos recursos.

La industria farmacéutica invierte miles de millones de dólares en investigación y desarrollo, por ejemplo, sólo en 2019, según el informe del Congressional Budget Office, de Estados Unidos, se estima que destinó 83 mil millones de dólares a ese rubro (https://www.cbo.gov/publication/57126).

Una desinformación adicional es que si esta variante es más leve, hay que salir a contagiarse; sin embargo, la especialista aclara que Ómicron no es más leve, sino más contagiosa. Parece más “ligera” porque hay más personas vacunadas, “pero eso no quiere decir que no la podrías pasar mal. Sigue siendo una ‘ruleta rusa’ cómo evolucionará cada quien. A cualquiera puede irle mal”.

¿Por qué creemos en las noticias falsas?

Para el académico de la Facultad de Psicología, Ricardo Trujillo Correa, las noticias falsas se comportan como los rumores, y tienen en las redes sociales un caldo de cultivo perfecto para proliferar. “Somos capaces de hacerle caso a cualquier cosa si nos calma la ansiedad, por el umbral de miedo tan bajo que tenemos. Buscamos información que nos dé lo que no encontramos en otros lados. Por eso es tan fácil que caigamos en las fake news”.

Hace más de 100 años, comentó, se ha investigado el rumor y el pensamiento mágico, porque ambos parten de un proceso similar y tienen tres características principales: la primera es que deben ser lo suficientemente ambiguos para que la gente lo retome en función de su propio contexto cultural.

La segunda es qué tan importante es para el centro de la vida; parece que necesitamos estar al tanto de las novedades porque si no, nos quedamos fuera de las conversaciones. Consumimos información y ésta tiene esa función: buscar un control sobre la vida. Si nos dicen que el puré de aguacate sirve contra la COVID, lo consumiremos; es una forma de certidumbre y certeza.

La última característica es el bajo umbral del miedo: “hay temor por una situación de incertidumbre, y las fake news son el caldo de cultivo perfecto, porque buscamos información que nos permita adelantarnos o no caer en el problema que se trate”.

También hay algunos grupos que intentan la disrupción, por ejemplo los antivacunas, que difunden que no sirven o hacen mal, y eso provoca que haya gente que no se vacune. “Eso también les da un aire de superioridad, de saber algo que los demás no”, aclaró Ricardo Trujillo.

Además, las redes sociales favorecen la división y la polarización entre grupos; no se llega al acuerdo y se propicia que las posiciones sean más radicales; “sólo vemos a los que concuerdan con nosotros”, concluyó el universitario.

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