En lo que constituyó el acto político más importante de su sexenio, el presidente Andrés Manuel López Obrador definió que el legado de su gobierno, como modelo de práctica política, “sería llamarle Humanismo mexicano, porque sí tenemos que buscar un distintivo”. Aunque la política es acción, dijo que es importante la definición teórica de su régimen que se sustenta principalmente en el énfasis social y la inclinación por los sectores populares.
Ante miles de simpatizantes que marcharon desde el Ángel de la Independencia para congregarse en el Zócalo, después de casi dos horas de discurso lanzó las consideraciones teóricas de su gobierno al subrayar que no sólo se nutre de la máxima del césar Julio Terencio, quien sostenía que “nada de lo humano nos es ajeno, sino que lo esencial de nuestro proyecto proviene de nuestra grandeza cultural milenaria y de nuestra excepcional y fecunda historia política”.
El de ahora, gobierno de origen democrático
Al rendir su Informe por el cuarto año de gobierno, aseveró que en México “ya no domina la oligarquía, si no que existe un gobierno democrático cuya prioridad son los pobres”, y aseguró que las manifestaciones en su sexenio han sido pocas, no han proliferado las huelgas y no existe la ingobernabilidad.
Proclive a la historia para explicar sus decisiones, afirmó que así como Francisco I. Madero llamó a rebelarse contra el porfirismo porque la paz y prosperidad que ofrecía Porfirio Díaz no estaba basada en el derecho y la riqueza se repartía entre unos cuantos, su gobierno se ha inclinado por priorizar la búsqueda de mayor justicia social.
“De este criterio se desprende nuestro fundamento de política económica, pues sostenemos que el progreso sin justicia es retroceso. Nuestra tesis es que no basta el crecimiento económico, sino que es indispensable la justicia. En la nueva política económica, moral y social que hemos aplicado desde el principio de nuestro gobierno se ha desechado la obsesión tecnocrática de medirlo todo en función de indicadores de crecimiento que no necesariamente reflejan las realidades sociales.”
López Obrador reivindicó su lema de campaña cuando contendió por la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, “por el bien de todos, primero los pobres”, para explicar que en su visión lo importante no son los indicadores cuantitativos, sino el balance cualitativo, es decir, una mejor distribución de la riqueza. “El fin último de un Estado es crear las condiciones para que la gente pueda vivir feliz y libre de miserias y temores”.
Recalcó que una característica de esta postura humanista frente a la realidad social es la forma de ejercer el poder que sólo es virtuoso cuando se pone al servicio de los demás. Aseveró que su gobierno es de origen democrático y garantiza tanto la libertad de expresión como el derecho a disentir.
El jefe del Ejecutivo mencionó que hace poco se realizó en México una cumbre de importantes personajes políticos de la ultraderecha en el mundo, pero destacó que su administración no se inclina por la aplicación del artículo 33 constitucional (que permite la expulsión de personas no nacidas aquí cuando se involucran en asuntos internos del país) “porque no queremos a nadie llamarle extranjero pernicioso, porque México es un país con vocación democrática y de justicia”, e incluso lo definió como un “santuario de libertades”.
La Jornada