Históricamente las relaciones de nuestro país con Estados Unidos han estado definidas por la política imperialista de ese país desde su fundación, que se consolidó a partir de su expansionismo territorial a lo largo del siglo XIX. La invasión militar a nuestro país y su apropiación de la mitad de nuestro territorio y la invasión militar durante la revolución mexicana fueron otra prueba de que su expansionismo tiene, entre sus armas, el brazo armado.
Ya desde 1924, Robert Lansing, ex secretario de Estados Unidos, escribió, “México es un país extraordinariamente fácil de dominar porque basta con controlar a un solo hombre: el presidente”.
Y también, históricamente, tenemos a traidores como Miramón que trajo a Maximiliano y al ejército francés.
Y, aunque parezca increíble, hoy, en este siglo XXI, Xóchitl Gálvez, candidata de la derecha, del PRIAN, pide al embajador estadounidense Ken Salazar, la intervención de Estados Unidos, como ya lo habían hecho el fantoche de Fox y el asesino de Calderón con la Iniciativa Mérida y la operación Rápido y Furioso. Y días atrás felicitó al neoliberal extremo de Milei, quién tomará posesión de la presidencia de Argentina el próximo domingo.
El ámbito del intervencionismo estadounidense en el mundo es amplio y ahora más, con la llamada guerra híbrida que va de lo militar a los medios de comunicación, al campo financiero y económico. Y ahí están la guerra Rusia-EU-OTAN-Ucrania y el genocidio israelí en Palestina.
La candidata de Morena, Claudia Sheinbaum, también aceptó la invitación del embajador estadounidense y se reunió con él, el mismo día, tocando tema de las relaciones económicas, comerciales y de cooperación para el desarrollo.
Tengamos presente que la relación entre Estados Unidos y nuestro país está presidida, en gran parte, por el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), hoy TMEC, Tratado de México-Estados Unidos-Canadá. Tratado que da libre circulación al capital, pero no a la fuerza de trabajo. El trabajo de millones de compatriotas en Estados Unidos y la migración que lo ha hecho posible es, asimismo, el otro eje fundamental en esa relación.
La relación con Estados Unidos es estratégica para nuestro país, no es solo un asunto comercial ni tampoco es solo un asunto de drogas, de la mariguana al fentanilo actual. Para Estados Unidos es un asunto de seguridad nacional. Y para nosotros es un asunto de soberanía nacional.