Decía el periodista polaco Ryszard Kapu?ci?ski que la noticia dejó de ser importante cuando se convirtió en negocio; es decir, cuando los empresarios se dieron cuenta de que era redituable fundar empresas informativas, lo de menos dejó de ser lo trascendente y el producto era entonces lo que generara interés en una sociedad que, como diría Marx, es producto de su tiempo.
Y el tiempo en el que vivimos se retrata en las redes sociales, el espectáculo, la inmediatez, lo multimedia, la posverdad basada más en las pasiones que en la razón. Martín Caparrós, reconocido periodista argentino, dice que la astucia del reportero radica en la misma esencia de atrapar una liebre: esperar, esperar, esperar hasta que sea el momento y cazarla como premio a la paciencia.
Entonces el periodismo se ha vuelto una disciplina extraña entre quienes esperan hasta el último momento para tener el mejor contexto informativo, y por el contrario, los desesperados cazadores de liebres sin paciencia que espantan al animal por su necesidad de tenerlo ya en sus manos, pero que por no regresar con las manos vacías, vuelven a sus redacciones contando historias exageradas y de mentira de cómo es que sí detuvieron a la liebre pero no pudieron mantenerla consigo.
Varias de las conferencias matutinas del presidente Andrés Manuel López Obrador, de esta semana que terminó, se vieron marcadas por la confrontación entre reporteros y funcionarios, entre ellos el propio mandatario, por los hechos sucedidos en Culiacán, Sinaloa, el jueves 17 de octubre, cuando se detuvo y luego se dejó ir, a Ovidio Guzmán, el hijo de “El Chapo” Guzmán.
El problema se dio cuando López Obrador presentó una fotografía publicada por La Jornada, la cuál exponía a Ovidio Guzmán detenido, vestido de militar, y que no correspondía a los hechos de la detención. Al respecto, reporteros confrontaron al mandatario diciendo que Alfonso Durazo, Secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, también habría incurrido en contradicciones durante las primeras horas de los hechos en Culiacán.
Qué triste, qué triste mirar a un grupo de reporteros que cubren la fuente presidencial en nuestro país justificando la mentira precisamente porque no son capaces de esperar lo suficiente para atrapar a la liebre. Ahora resulta que el periodista tiene derecho a publicar información falsa o sin confirmar sólo porque el gobierno incurre en contradicciones.
Precisamente, el periodismo es un recurso que la sociedad utiliza para tener más contrapesos contra el poder. Grandes reporteros o periodistas en México, han cambiado la historia del país por su enorme capacidad de investigación y ética profesional al presentar su trabajo. ¿No imagino entonces qué sería de nuestro pueblo si los reporteros que cubrieron por años los sexenios del Partido Revolucionario Institucional o a la postre de Acción Nacional, hubiesen hecho su trabajo inversamente proporcional a las mentiras de aquellas administraciones.
Y esa debería ser otra postura. El periodismo no tiene por qué ser militante ni mucho menos, es decir, no porque el presidente diga que “le quitó el bosal” a los periodistas, debe estar exento de crítica, de cuestionamientos y de investigaciones profundas para encontrar fallas en su administración. Sin embargo, parece que ahora el periodismo tiene que ser, forzosamente una fuerza de oposición cruel contra cualquier acción del poder… No necesariamente debiera ser así. Qué no se nos olvide que aunque se contradiga, el gobierno es la fuente oficial, y si queremos demostrar que mienten, debe haber pruebas, no suposiciones.
Frente a hechos del pasado como la “verdad histórica” de Ayotzinapa, el “ya sé que no aplauden”, que Peña Nieto le dijo a los periodistas, los operativos secretos como “rápido y furioso” de Felipe Calderón, o los montajes como el de Genaro García Luna con Televisa y Florance Cassez, el gobierno actual ha mostrado la mayor apertura posible para el acceso a la información y la vara con la que se le está midiendo, es tan rígida como si López Obrador fuera quien engañó a este país durante los últimos 12 años… Y no fue así.
Decía también Ryszard Kapuscinski que para ejercer el periodismo “ante todo, hay que ser buenos seres humanos” y añadía que “las malas personas no pueden ser buenos periodistas. Si se es una buena persona se puede intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus dificultades, sus tragedias”, y en esta profesión eso es esencial para mantenerse y crecer.
A los periodistas, se nos está yendo el contexto de las manos, entender el hecho actual como parte de una historia que tiene, por lo menos, 200 años que abarcan el México independiente. Las redes sociales nos hicieron hambrientos cazadores de mentiras por obtener inmediatez y protagonismo, cuando se sabe, y como dice Leila Guerrero, como reportero sólo debe uno prodigarse al redactar la nota, la entrevista o el reportaje… Después, debe uno hacerse invisible y que la veracidad hable por nosotros.