“El político y el científico”, es el título de la obra que proviene de un discurso que el sociólogo alemán, Max Weber, enunció en 1919 y trascendió las épocas como la mayoría de sus obras. Debido a la pandemia por el Covid-19, hoy precisamente nos encontramos en un paradigma en el que un científico está derrotando en la arena pública a cada político o personaje que se le cuadra.
Este fin de semana, la atención mediática se la llevaron el comunicador Javier Alatorre y el subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López-Gatell, luego de que el primero dijera en el noticiero nocturno de TV Azteca que las conferencias sobre el coronavirus en México del segundo eran irrelevantes, por lo que la población ya no debía hacerle caso.
En un escenario casi impensable en el pasado de este país, una importante mayoría de la sociedad se posicionó a favor de Hugo López-Gatell y no de la opinión expuesta en televisión; es por ello que debemos ir más allá en el análisis, no sólo si es carismático, si a algunas personas les parece guapo o si tiene una innegable facilidad de palabra.
López-Gatell es un fenómeno de la administración pública que nunca habíamos visto: el experto, el científico, explicando a la sociedad un fenómeno específico de su campo. ¿Qué pasaba cuando el Partido Revolucionario Institucional o Acción Nacional estaban en el gobierno? Bueno, existía un secretario de X o Y dependencia, que por lo general no era experto, sino político que en el mejor escenario, tenía detrás suyo a un equipo especialista.
Sin embargo, en busca de fortalecer su carrera política, este X secretario o secretaria, era quien ante el público daba la cara para explicar un fenómeno que ni bien entendía, y por eso sólo lo hacía un par de ocasiones. Hoy, el gobierno en turno propone una estrategia diferente y al parecer está causando sensaciones positivas.
Es la primera vez que el experto, el especialista, el científico, se para frente a la sociedad mexicana y le explica una y otra vez un discurso técnico y especializado, en este caso sobre una pandemia. Además, López-Gatell, se da la licencia de hacer chistes, sonreír, comer en la banqueta, cosa que han caído bien a la sociedad.
Y bien lo dice Weber: “Pero precisamente en el hombre de ciencia, por antipática que sea su manifestación, la vanidad es relativamente inocua en el sentido de que, por lo general, no estorba el trabajo científico. Muy diferentes son sus resultados en el político, quien utiliza inevitablemente como instrumento el ansia de poder”.
De ahí esa simpatía que se tiene por el subsecretario: un tipo que diario, a veces en la mañana y siempre en la noche, dedica una hora de su trabajo para explicar, resolver preguntas, exponer lo mismo una y otra vez hasta que quede claro, sin pedir votos, sin mendigar un puesto de trabajo.
Sin embargo, y citando al sociólogo alemán, este fin de semana, López-Gatell ya demostró el enorme poder que esconde, dado que, pretendiéndolo o no, arrastra un apoyo social enorme. “Lo que hoy nos interesa sobre todo aquí es el segundo de estos tipos: la dominación producida por la entrega de los sometidos al ‘carisma’ puramente personal del ‘caudillo’ . En ella arraiga, en su expresión más alta, la idea de vocación. La entrega al carisma del profeta, del caudillo en la guerra”.
En efecto, el miedo generalizado en la población es entendible ante una pandemia mundial que a diario deja miles de muertos e infectados, y precisamente TV Azteca, Javier Alatorre o cualquiera que haya sido la inocente persona que propuso ponerse en contra del científico, no entendió que en esta guerra, el caudillo mexicano se llama Hugo López-Gatell.
Y no se le clasifica así por enaltecerle, sino porque en la teoría del propio Weber lo es, así como su carisma proviene de la entrega a una causa espontánea, que es luchar contra una pandemia que nadie esperaba. Dice el autor alemán sobre los hombres de ciencia o especialistas de alguna rama: “‘¿cómo podría yo demostrar que soy algo más que un simple especialista?’ Es esta una actitud muy generalizada que indefectiblemente empequeñece y que rebaja a aquel que tal pregunta se hace, mientras que, por el contrario, la entrega a una causa y sólo a ella eleva a quien así obra hasta la altura y dignidad de la causa misma. También en este punto ocurre lo mismo al científico y al artista”.
Precisamente ese discurso de entrega es lo que ha convertido a López-Gatell en el fenómeno social al que gobernadores como Jaime Bonilla, de Baja California o Enrique Alfaro, de Jalisco no pudieron derrotar. En la conferencia de este sábado 18 de abril, el subsecretario dio muestra de este entendimiento de la causa de la que habla Weber, pues cuando todos esperaban una respuesta a las críticas de Alatorre o del propio Bonilla, dijo lo siguiente:
“Me siento privilegiado, honrado de que hoy se haya referido a mi persona (el presidente Andrés Manuel López Obrador), en forma directa, pero lo tomo no como un apoyo a una persona de nombre Hugo López-Gatell, sino el apoyo a que la conducción de esta epidemia sea con bases científicas con bases técnicas con integridad y con este espíritu de unidad que es el que necesitamos”. Además, agradeció también a la población “unidos, en orden, en calma (…) Nos faltan seis semanas de esta epidemia, pero las vamos a poder enfrentar con éxito si mantenemos el espíritu y ese buen ánimo”.
Luego entonces, no es sencillo enfrentar al científico en tiempos de pandemia, menos aún si el personaje sabe jugar su papel de intelectual. Por el contrario, tenemos la actitud de un Javier Alatorre que fue criticado por la Asociación Mexicana de Investigadores de la Comunicación (AMIC) y el Consejo Nacional para la Enseñanza y la Investigación de las Ciencias de la Comunicación (CONEICC).
A través de un comunicado conjunto, ambas asociaciones indicaron que la nota de Alatorre, “editorializa llanamente” la conferencia diaria sobre el Covid-19 en México que presenta Hugo López-Gatell, y los datos que de ella emanan, calificándola de “irrelevante, falsa, y ha dicho funcionario como falto de total confianza”.
“Cabe destacar que para sustentar esos calificativos, la nota menciona, mas no describe detalladamente una entrevista periodística donde el funcionario supuestamente admitió la falsedad de sus datos y reproduce extensamente las declaraciones de una sola fuente, el gobernador de Baja California, Jaime Bonilla”.
Y es que en efecto, después de decir que las conferencias de la Secretaría de Salud era “irrelevantes”, por lo que invitaba al auditorio a no hacerle caso, Alatorre señaló que “el propio López-Gatell se fue de bruces en una entrevista con el Wall Street Journal, y aceptó sus falsedades”.
Al respecto, las asociaciones firmantes del comunicado expresaron: “Los medios de comunicación tienen el derecho a cuestionar las acciones de los funcionarios y el gobierno abriendo discusión a la opinión pública, siempre y cuando estén respaldados en una investigación periodística exhaustiva. El problema es que Tv Azteca llamó a no hacerle caso al responsable de conducir la acción del Estado ante la epidemia”.
Luego entonces, por un lado tenemos a un funcionario egresado de la Universidad Johns Hopkins, experto en salud pública, que se ha ganado la confianza de la gente porque, ciertamente, en México no existe un epidemiólogo en cada esquina, y por otro a Javier Alatorre, un personaje que, como lo indican el CONEICC y la AMIC, demostró una tremenda falta de metodología y profesionalismo en la presentación de una nota periodística.
Para volver a Max Weber, y haciendo un juego de palabras a propósito de la pandemia y el sistema de vigilancia de la Secretaría de Salud, cerramos cómo él mismo lo hizo en 1919, con un fragmento de una “canción del centinela edomita, de la época del exilio, recogida en, las profecías de Isaías:
“Una voz me llega de Seir, en Edom: ‘Centinela, ¿cuánto durará la noche aún?’
El centinela responde: ‘La mañana ha de venir, pero es noche aún. Si queréis preguntar, volved otra vez’”.
Y concluye Weber: “El pueblo a quien esto fue dicho ha preguntado y esperado durante más de dos mil años y todos conocemos su estremecedor destino. Saquemos de este ejemplo la lección de que no basta con esperar y anhelar. Hay que hacer algo más. Hay que ponerse al trabajo y responder, como hombre y como profesional, a las ‘exigencias de cada día’. Esto es simple y sencillo si cada cual encuentra el demonio que maneja los hilos de su vida y le presta obediencia”.
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