“Carlos Monsiváis es un caso extraño de conquistador que ya intuía y conocía las dimensiones de los territorios imaginarios, -intelectuales, culturales, periodísticos, sociales- antes de haberlos colonizado plenamente”.
“El método de conquista de Monsiváis nunca fue la espada y la cruz, sino el humor y la inteligencia. Su método de amistad nunca fue el apapacho y la falsa amabilidad sino el desafío intelectual y el compromiso compartido”, escribió alguna vez quien hoy es el presidente del Sistema Público de Radiodifusión del Estado Mexicano (SPR), Jenaro Villamil.
Hoy 19 de junio, a diez años del fallecimiento de Carlos Monsiváis, uno de los más importantes intelectuales, escritores y periodistas de la historia mexicana, platicamos con el propio Jenaro Villamil quien trabó una profunda amistad con el místico personaje quien incluso fue homenajeado en Bellas Artes hace una década, en el contexto de sus exequias.
Monsiváis, profundo pensador, fue crítico del sistema priista y no regaló espaldarazo vacío en la esfera pública. Sin embargo, son memorables las quejas que expresó sobre las campañas negras contra el hoy presidente, Andrés Manuel López Obrador durante el proceso electoral de 2006. “Este comercial de la ignominia ofende lo que queda del proceso democrático”, sostuvo Monsiváis frente a imágenes que comparaban al entonces candidato con Hitler, Mussolini, Pinochet y Victoriano Huerta.
Asimismo, dijo que aquella “campaña de odio” en contra del tabasqueño era estúpida, moralmente monstruosa, y típica de un afán de destrucción del enemigo. “Es, en sí misma, una orgía de la venganza pueril”, dijo.
De ahí la pregunta para Jenaro Villamil, ¿cómo viviría Carlos Monsiváis estos tiempos y cuál sería su aporte social, político y a la democracia mexicana?, a lo que el periodista responde:
“A diez años de distancia de su muerte es muy claro que se vive lo que él pronóstico como cambio político en el país, desgraciadamente se concretó cuando él no estaba ya vivo, él desde el 2006, pronosticaba, escribía y sentía en torno a la debacle de un sistema autoritario que él vivió intensamente, al que él se enfrentó con su pluma y su ironía y a lo mejor tendría muchas críticas y expectativas de la 4ta Transformación, del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, pero no tengo la menor duda de que estaría apoyando y dando ideas fundamentales, por supuesto, no como funcionario, pero sí como lo que él era, un intelectual público”.
“No lo veo bailando ‘la BOA’ ni saliendo a dar pitazos como si fuera el FRENAAA”, añade Villamil en referencia a los frentes opositores de la derecha nacional que, en el primer caso, presuntamente tienen un manual de acción contra el presidente, y en el segundo, aquellos del Frente Nacional Anti-AMLO, cuya costumbre se está convirtiendo en salir en sus autos a manifestarse los fines de semana.
Y en efecto, es difícil imaginarlo como partidario de esa oposición; alguna vez para el programa ‘Charlando con Cervantes’, no sólo afirmó que se consideraba de izquierda, sino también que la derecha en México era “la mejor concebible, es estúpida, arrogante, atrasada y represiva, entonces es la mejor derecha concebible porque reúne todos los requisitos del modelo”.
Pareciera que en México ya no hay intelectuales como Monsiváis, acaso quizás existan pero se pierden en el universo de información que hoy significa el Internet junto con sus redes sociales. Al respecto, Villamil afirma:
“La reflexión importante, intensa, se sigue haciendo, el problema es que no hay medios, sobre todo escritos, que tengan una importancia como la que tuvieron en la época en la que se desarrolló Monsiváis. Ahorita son muy contados los medios que le inviertan a publicar una crónica de algún evento social o de algún problema fundamental como sí lo hicieron los suplementos culturales en la época en que Carlos Monsiváis floreció como intelectual y como cronista”.
Y añade: “No hay suplementos culturales ahora, hay suplementos de espectáculos o notas de cultura y desgraciadamente el lenguaje digital permite no el florecimiento de la reflexión sino de la comunicación rápida, del insulto, de la burla, que es muy distinta a la ironía; el arte de la ironía que desarrolló Monsiváis, implicaba sobre todo un gran caudal de lecturas, una capacidad de autoanálisis y de análisis del otro y no necesariamente una descalificación o un insulto. El lenguaje en las redes sociales se ha intoxicado y ese lenguaje generaría una reflexión muy profunda de Carlos”.
Hay libros como “Ayúdate que Dios te autoayudará” en los que, a través de aforismos, Monsiváis hace gala de su concisión y buena pluma, con frases cortas y contundentes como: “La democracia, he allí la meta inútil”; “la despolitización empieza advirtiendo el trágico destino de los muy politizados”, o bien: “Todo es política aunque quién sabe de qué manera y a beneficio de quién y en dónde”.
Estas sentencias invitan a pensar a qué Monsiváis sería implacable en las redes sociales, por ejemplo, por su gran elocuencia sencilla propia de Twitter, por lo que se le pregunta a Jenaro Villamil, ¿cómo sería el actuar de Monsiváis en la sociedad digital?, a lo que responde:
“No estaba negado a ninguno de los lenguajes, él hizo muchos años periodismo en radio, no hay que olvidar que la columna ‘Por mi madre bohemios’ surgió de un programa radiofónico que era ‘El cine y la crítica’ de Radio UNAM en los años 67 y 68, y después de hacer radio ahí y en Radio Educación, también hizo televisión, participó en infinidad de programas de Canal Once, de Canal 22, de TV Azteca, de algunos medios internacionales, y por supuesto, su lenguaje preferido era el periodismo escrito. Él prácticamente estuvo en todos los medios, menos en uno que hoy lo celebra de una manera ridícula, el periódico Reforma”.
Sobre este último diario, añade: “El Reforma estuvo durante años queriendo tener en sus páginas a Monsiváis y él claramente dijo ‘Nunca voy a escribir en un periódico que hace una loa permanente al racismo’, tenía sus argumentos”.
“En las redes sociales participaría de una manera como él era, una manera irónica, reflexiva, sentenciosa y trataría de evitar estas guerras de lodo y de odio que hay tanto en las redes”, sentencia Villamil.
Carlos Monsiváis tenía un círculo cercano que sin duda lo quiso hasta el último de sus días terrenales; sin embargo, debido a ser un personaje público, a películas como “Los Caifanes” o “México de mis amores”, entre otras donde apareció el escritor, así como por sus letras, la sociedad de nuestro país lo aprecia como si fuera miembro de cada familia marcada por las páginas en las que compartió su intelecto; al respecto, para conocer otro aspecto más humano de Monsiváis, Villamil retrata:
“La característica principal de Carlos era una generosidad a prueba de todo, sobre todo con los más débiles, con la gente que no tenía recurso; muchísimas cosas que hizo no las publicitaba, ayudó, más allá de la cuenta que pueda llevar, a cerca de trescientas organizaciones con conferencias, con prólogos, con dinero, con su presencia y él no hacía alarde de eso, para él eso era una misión, él era un misionero en términos estrictos, era un misionero del Estado laico, del Estado de la diversidad”.
Finalmente, quién mejor que uno de sus más entrañables compañeros para recomendar algo de su muy basta obra. Jenaro Villamil, con quien por años compartió la tutela de la columna: “Por mi madre bohemios”, recomienda: “Si nunca se ha leído a Monsiváis, yo empezaría por el último, ‘Apocalipstick’: es un retrato de la Ciudad de México en vísperas de una hecatombe social y epidemiológica; aunque parezca loco decirlo, hay frases y escenas en ‘Apocalipstick’ que anticipan algo de lo que estamos viviendo ahorita en tiempos de coronavirus; por supuesto él no estaba pensando en el coronavirus, pero hay muchas frases y elementos de esta ciudad tan difícil”.
“Y cómo ensayos literarios, ‘Lo marginal en el centro”, la biografía de Salvador Novo, creo que es una de las grandes biografías que existen, y a quienes quieran conocer de alta cultura, todas las antologías que hizo Carlos sobre la poesía, sobre la crónica, sobre los escritores, novelistas mexicanos, es maravillosa”.
Ahí el recuerdo y un pequeño esbozo de un hombre con inteligencia extraordinaria que siempre defendió la cultura de lo popular ante lo que definía como “la cultura de minoría”, la cuál decía: “hay que respetar frente a la barbarie de los medios masivos y frente a la barbarie de muchísimos funcionarios culturales”. Quizás de ahí lo entrañable de su trabajo: Carlos Monsiváis podía navegar entre los más concienzudos datos de la intelectualidad más selecta, hasta por temas del ideario colectivo que van desde El Santo, enmascarado de Plata, Cantinflas, la caricatura en nuestro país, las farsas de la televisión y la farándula mexicana… en fin tantos tópicos que a caso, se condensan en una de las más grandes herencias que Monsiváis legó a los mexicanos: El Museo del Estanquillo.