Como sabemos, después del impacto del COVID-19 en la salud de las personas, en la salud pública, en la vida, el impacto más duro se registra en el ámbito del trabajo, en la pérdida de trabajo, en la precarización aún mayor en las condiciones de trabajo y en la falta de condiciones para cuidad la salud de los trabajos en el trabajo. Situación aún más grave para las mujeres.
De la última encuesta oportuna de ocupación y empleo, correspondiente al último trimestre del año pasado, destacamos algunos datos. La ocupación ocupada, 53 millones, registró una disminución de 2.4 millones de trabajadores. Las mujeres registraron una pérdida mayor de empleos: los hombres perdieron un millón de puestos de trabajo, las mujeres casi 30% más, 1. 3 millones de puestos de trabajo. Se mantiene el alto registro de la ocupación informal, 56% del total, si bien es ligeramente inferior a la de hace algunos años que superaba el 60 por ciento. La informalidad quiere decir, que los trabajadores así clasificados no solo no tienen seguridad en el empleo, no tienen seguridad social; situación que en condiciones de pandemia adquiere una mayor gravedad.
Por entidades, la mayor desocupación se registró en el estado de México con más de medio millón de desempleados, la Ciudad de México, más de un cuarto de millón, Puebla con 177 mil, Jalisco 156 mil, Guanajuato con 140 mil y con poco más de 100 mil estuvieron Nuevo León y Veracruz.
Otra fuente de información presenta el índice de pobreza laboral, el cuál aumento respecto al registrado en 2019, sobre todo en el tercer trimestre del año pasado en 15.4% y para el cuarto trimestre el incremento era menor (9%) respecto al periodo del año anterior.
La población ocupada con ingreso laboral inferior al costo de la canasta básica, al cuarto trimestre del año pasado fue del 12.7% (6.4 millones de trabajadores), en los hombres fue del 10.7% y en las mujeres del 15.7%. Esto quiere decir que esos millones de trabajadores con sus respectivas familias no tienen el ingreso necesario para satisfacer las necesidades básicas de alimentación, vivienda y vestido; no digamos de salud y educación.
