La falla de la meritocracia en el mundo; las implicaciones de las jóvenes naciones africanas

El 6 de marzo pasado, Ghana celebró 64 años de independencia; ante esta referencia, imposible no pensar en personajes como Kwame Nkruma, líder de la revolución política y ex primer ministro de dicho país, así como en Patrice Lumumba, Thomas Sankara, Amilcar Cabral, entre otros varios personajes que transformaron la realidad para las naciones africanas.

Sin embargo hay un dato que resalta de entre todos: 64 años. México, por ejemplo, este 2021 conmemorará en septiembre 200 años de su independencia, momento en el que se abandonó a la Monarquía española y nuestra sociedad comenzó un viaje de autoconocimiento bajo los preceptos políticos y de organización social heredados de la Revolución Francesa; es decir, a la mayoría de los países africanos, América Latina les lleva en promedio 150 años de ventaja en la organización pública a la usanza europea.

Esto significa muchas cosas: quizás a lo largo del continente africano podamos encontrar grupos étnicos o tribus con miles de años más de existencia que los de algunas civilizaciones occidentales, pero ante gran parte del consenso mundial, su estilo de vida representa atraso porque no se han occidentalizado; por otro lado, el hecho de que las naciones africanas fueran esclavizadas desde hace siglos y luego colonizadas a partir de la Conferencia de Berlín (1884-1885), implica que en el mundo moderno sus pueblos no parten de un “piso parejo” para desarrollarse dentro del sistema mundo que les fue impuesto.

En 1830 se fundó la Royal Geographical Society, una institución británica para el desarrollo de la ciencia de la geografía; este organismo absorbió la Association for Promoting the Discovery of the Interior Parts of Africa, lo que decantó en la más intensa cruzada por el dominio del territorio africano. Exploradores como David Livingston y Henry Morton Stanley, esclavizaron a cientos de africanos con el pretexto de “descubrir” un mundo que ya estaba descubierto por sus propios pobladores.

Esos viajes de exploración de las potencias europeas en África provocaron que ese continente, bello y rico en recursos naturales, se convirtiera en una bodega de materias primas para el imperio, así como sucedió también con el continente americano. La pobreza que causó violentar el sistema tribal de las comunidades africanas aún está presente en la mayoría de los países del continente negro, que hasta nuestros días todavía parecen colonias. Crisis como la que vivió Ruanda en 1994, cuando la tribu Hutu aprovechó el poder para ejecutar el genocidio de unas 800 mil personas del grupo rival, los Tutsi, precisamente se dieron por la implantación forzada de un sistema militar, partidista y de Estado que les heredó la colonización; lo mismo pasó precisamente en Ghana por las dificultades en la repartición territorial que generaron las fronteras impuestas en los sembradíos de cacao.

El 6 de marzo de 1957 se proclamó la independencia de la Costa de Oro, hoy Ghana. Kwame Nkrumah continuó como primer ministro, mientras se mantenía la representación de la corona británica a través de un gobernador general. Este cargo fue eliminado en 1960, cuando se optó por el sistema republicano.

El famoso profesor de filosofía en la Universidad de Harvard, Michael Sandel, ha expresado diversas críticas sobre la meritocracia: ese pensamiento social en el que, a mayores logros, mayores recompensas. En algunas de sus referencias, el académico señala que, en las universidades de mayor prestigio de los Estados Unidos, incluidas Brown, Columbia, Cornell, Dartmouth College, Harvard, Pensilvania, Princeton y Yale, hay más estudiantes que pertenecen al 1% de las familias con más ingresos del país que al 60% con menos ingresos.

Curiosamente incluso en las luchas de independencia africanas o en Medio Oriente, gran parte de los líderes y fundadores de partidos políticos, como el propio Kwame Nkruma, fueron personajes que estudiaron la universidad en algún país occidental, como Reino Unido, Rusia, Alemania o Estados Unidos, y volvieron con ideas distintas a las de su tierra para liderar a su pueblo; empero, se repite la premisa: no se puede aplaudir la cultura del mérito si no partimos de un piso parejo para todos.

Hoy que el mundo se enfrenta a una pandemia y que sólo diez países buscan acaparar la mayoría de las vacunas para luchar contra el Covid-19; hoy que los informes de la Organización de las Naciones Unidas indican que América Latina será una de las regiones más golpeadas por la crisis y que de África mejor ni hablan porque no puedes hundir más a un continente que apenas se acomoda en el sistema mundo; hoy que las distancias entre los estratos sociales se extienden, debiéramos reflexionar en la pertinencia de reconfigurar el piso tan disparejo en el que se encuentra el mundo, porque, bajo las actuales condiciones, no es posible que las sociedades “jóvenes” en materia de organización política, como las de África, puedan alcanzar a las que no sólo llevan mayor tiempo en estas dinámicas, sino que fueron las que implementaron el propio sistema.

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