Dentro de la disciplina social de las Relaciones Internacionales existen dos grandes vertientes que nos ayudan a comprender las dinámicas en el concierto de las naciones: el Realismo Político y el Idealismo Político. Cada una de estas teorías tiene sus características principales, aunque desde el mismo nombre podemos adelantar cuál es la que termina por presentar escenarios prácticos en la realidad y cuál termina por dibujar una utopía.

El Realismo Político tiene su fundamentación en filósofos como Thomas Hobbes o Nicolás Maquiavelo, quienes sabemos, dotaban en sus preceptos de enorme poder al Estado o a la autoridad central para la estabilidad de una nación. Surge en la década de los treintas del Siglo XX, mayormente en los Estados Unidos, y el contexto que tenemos entonces es el de una pos guerra de la cual la gran mayoría de países europeos no podía levantarse, más aún luego de la crisis económica de 1929.

Gran base del Realismo Político es también la existencia de contrapesos en el poder internacional, por lo cuales se mantiene una especie de orden bajo una tensión similar a la que se agravó en la época de la Guerra Fría, es decir: “no conozco a totalidad las potencialidades de mi enemigo, por lo que mantengo mi arsenal en alerta, pero no provoco un caos que después no logre controlar”.

Con estas premisas tenemos a países pequeños como Corea del Norte, Israel o Irán, que más allá del bando para el que jueguen, tienen un poder geopolítico importante por el que mantienen a raya a sus enemigos: quizá Corea del Norte, por ejemplo, no pueda destruir a los Estados Unidos, pero sí de un bombazo en Seúl, Corea del Sur, puede poner de cabeza el mercado de la tecnología internacional; lo mismo con Irán, que tiene a sus pies el comercio en el Estrecho de Ormuz, o el enorme apoyo que tiene de las potencias occidentales la nación judía de Israel.

Bajo esas tensiones se mantiene el orden, según el Realismo; sin embrago, hubo otros teóricos que apostaron a la filosofía humanista, a los principios de la Revolución Francesa, y a la esperanza de que el ser humano pudiera hacerse cargo de forma responsable de otros seres humanos. Así surge el Idealismo Político, como lo dice su nombre, una utopía internacional en la que los países puedan llegar a acuerdos.

Si bien es cierto que esta concepción viene de los catorce puntos de Woodrow Wilson (1918), su auge tiene lugar y tiempo después de la Segunda Guerra Mundial, donde los líderes mundiales pensaron en estrategias para evitar que de nuevo se diera un conflicto armado de escalas mundiales, provocado, por ejemplo, por algo tan desastroso como un holocausto. Así, en el ideario de las potencias, lideradas por el gran vencedor de la Guerra que fue Estados Unidos, surgen instituciones como la Organización de las Naciones Unidas, que tenía su precedente en la Liga de las Naciones; el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, entre otras varias, incluyendo la Organización de Estados Americanos (OEA).

Con sus vastas diferencias, la OEA trató de ser una especie de Plan Marshall para América; es decir, si bien es cierto que nuestro continente con tenía una deuda con los Estados Unidos, su objetivo principal sí era, según su carta de fundación, garantizar la paz en la región. Según su información oficial, señala: “La OEA fue creada en 1948 cuando se subscribió, en Bogotá, Colombia, la Carta de la OEA que entró en vigencia en diciembre de 1951 (…) La Organización fue fundada con el objetivo de lograr en sus Estados Miembros, como lo estipula el Artículo 1 de la Carta, “un orden de paz y de justicia, fomentar su solidaridad, robustecer su colaboración y defender su soberanía, su integridad territorial y su independencia”.

En días recientes, al menos treinta ex presidentes y políticos publicaron un desplegado en el que condenaban la“intromisión en asuntos internos” de Bolivia del secretario general de la Organización de los Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, quien planteó la necesidad de reformas en el sistema judicial boliviano, así como de una comisión para investigar casos de corrupción.

La reflexión que nos deja esto es que precisamente las instituciones fundadas bajo la esperanza de un Idealismo Político basado en el concierto internacional resultan espejismos cuando todas ellas: FMI, BM, ONU, OEA, entre tantas otras, están bajo las directrices de las potencias, especialmente los Estados Unidos; el Consejo de Seguridad puede tener los miembros invitados que quieran, pero siempre habrá Estados permanentes con derecho a veto. Lo que sucede con Almagro y sus intromisiones en las políticas del continente sólo es una muestra de que el ser humano no es capaz de hacerse responsable de los demás.

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