Antes de revisar la dinámica nacional e internacional de la producción y el comercio exterior (exportaciones e importaciones) del maíz, es necesario tener presente que entre los saldos del neoliberalismo y el TLCAN, perdimos la soberanía energética y la soberanía alimentaria. Procesos que se advierten en dos paradojas: México, país petrolero, terminó importando más del 70% del consumo interno de gasolina; y México, cuna genética del maíz, terminó importando más de la mitad del consumo del maíz, 80% del consumo de arroz y 40% del consumo de trigo.
En el caso del maíz, también hay que recordar que la producción de pequeños campesinos, en gran parte de temporal, y de comunidades indígenas, cubrió en gran medida el consumo alimenticio del grano básico en la dieta nacional. En México, escribía David Barkin hace años, el maíz es asunto de vida y muerte” y recordaba que en el Popul Vuh se afirma que los hombres, los mexicanos, estamos hechos de maíz. La mayor parte de la importación se destinó a la agroindustria, a Gruma, particularmente. También el maíz se destinó a producir etanol para las gasolinas, sufrió la acometida de las trasnacionales con las semillas transgénicas y también su creciente destino para alimento de animales.
En el primer trimestre de este año, aumentó 46% el valor de las importaciones de granos, en particular del maíz, en volumen aumentaron 16.8%, 4.2 millones de toneladas, más del 90% de Estados Unidos; el volumen de las importaciones de frijol se duplicó y descendieron las de avena (30%) y las de arroz (12.3%). Y también hay que tener presente que Estados Unidos y la UE subsidian enormemente su producción agropecuaria, alimenticia. El valor de las importaciones de maíz, en el mismo periodo, aumentó 63.7%, sobrepasando los mil millones de dólares.
Debemos tener en cuenta otros dos temas: el precio internacional de las materias primas, de los granos básicos, determinados en gran parte por la especulación en las bolsas de valores, en los precios a futuro del maíz; y, en segundo lugar, el cambio climático, que en este caso se advierte en el proceso de desertificación de las tierras nacionales, en las sequías, en los incendios.