Gustavo Petro, el presidente que buscará unir a una Colombia dividida

Este domingo 7 de agosto, el líder de la izquierda tomó posesión como máximo mandatario de los colombianos. En Bogotá hubo fiesta alrededor del inicio del primer Gobierno progresista en más de 200 años de independencia.

Lo que se vivió este domingo en el centro de Bogotá no fue la previa a una ceremonia soporífera, como suelen ser los eventos políticos. Todo lo contrario, fue una fiesta, fue la ilusión de miles que, creyendo en el cambio, caminaron por las calles para celebrar la llegada de Gustavo Petro a la presidencia de Colombia, para estar en la Plaza de Bolívar en la posesión del primer mandatario de izquierda en 213 años republicanos.

Fue complicado caminar, pero el baile, la música y las arengas hicieron más llevadera la dura tarea de pasar por lo que fue un carnaval, el espacio de quienes creyeron hace 49 días que el cambio era necesario y obligatorio, un cambio real. Y aunque estaba estipulado que el presidente electo subiera a eso de las tres de la tarde, desde las ocho de la mañana la gentes se dirigieron hasta el corazón de la capital con tal de ver y para que nadie les contara.

Magnolia Perea, madre afrocolombiana, viajó desde Quibdó (al suroccidente del país) para acompañar la posesión de Petro. Más de 14 horas en un bus, dos para ingresar a la Plaza de Bolívar y siete de pie contra una valla para estar lo más cerca posible al nuevo mandatario, a Francia Márquez, la nueva vicepresidenta, la voz de su región, una fuerza capaz. “Y me devuelvo hoy mismo”, reconoció.

Y Mientras Magnolia aguantaba el calcinante sol bogotano (a 2.600 metros de altura pega más fuerte), como otros 100 mil asistentes en ocho plazas de la ciudad (hubo pantallas y muestras culturales en cada una), al norte de la capital, Gabriel Boric, presidente de Chile, caminaba por una de las avenidas más importantes como cualquier transeúnte (carrera séptima) y Alberto Fernández, presidente de Argentina, y Luis Arce, presidente de Bolivia, se reunía con Petro a puerta cerrada. Muchas cosas a la vez, todas importantes para el nuevo mandatario.

A las tres en punto, como estaba estimado, y con una plaza a reventar, apareció Petro y su familia por la puerta del Palacio de San Carlos, sede de la Cancillería (a unos metros de la Plaza de Bolívar). El presidente caminó por una calle de honor y cinco minutos después, como si se tratara de un rock star (la multitud alborozada), subió a la tarima ubicada enfrente del Congreso de la República. Saludó a su Boric y a Felipe VI, Rey de España. “Petro, amigo, el pueblo está contigo”, se escuchó al unísono.

La espada del nuevo camino

Un día antes de la posesión de Petro, Iván Duque, presidente saliente, dio una orden que para la oposición fue vista como el cierre de su administración, déspota y alejada de la realidad del país: no autorizar que la espada de Simón Bolívar, símbolo de la independencia colombiana, estuviera en el evento. Y lo que fue la última órden de Duque también fue la primera de Petro como mandatario: “Le solicito a la Casa Militar traer la espada de Bolívar”.

Eso sucedió luego de que Roy Barreras, presidente del Congreso, le tomara el juramento a Petro, de que María José Pizarro -hoy senadora-, hija de Carlos Pizarro, líder de la guerrilla del M-19 asesinado en 1990, le pusiera la banda presidencial a quien también hizo parte de la extinto grupo revolucionario. Un gesto emotivo que desencadenó en las lágrimas de Pizarro y una muestra de que las luchas que costaron la vida hoy tienen su rédito.

Con información de sputnik News

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