Haití: una tragedia en Nuestra América

Nueva insurrección popular se registra desde agosto pasado en Haití, un país de 11 millones de habitantes, donde el 70% de la población activa no tiene trabajo y las condiciones de vida son inhumanas (sin agua, educación, salud, vivienda). La insurrección se levantó frente al aumento de 128% del precio de los combustibles y se registran movilizaciones cotidianas en las últimas semanas. Henry Boisrolim, coordinador del Comité Democrático Haitiano en Argentina, señala que la crisis ininterrumpida de la formación social de su país es producto de la descomposición del sistema neocolonial impuesto desde la primera invasión de Estados Unidos, hace más de un siglo (1915-1934).

Haití, decíamos el año pasado, es tierra de rebeldes. Es el primer país que abolió la esclavitud, en 1794, y reconoció constitucionalmente que sus ciudadanos son negros. Y repetimos que Haití sufrió una de las más crueles dictaduras de Nuestra América, la de Francois Duvalier, “Papa Doc”, entre 1957 y 1970, a la que le siguió la de su hijo, “baby Doc” entre 1971 y 1986. Se estima que en esos dos regímenes de terror fueron asesinados entre 40 000 y 60 000 haitianos.

La descomposición actual del régimen engendró la violencia y la criminalidad: el secuestro desde 2021 se incrementó; el Estado impuso un terrorismo de Estado para aplacar al movimiento popular y hoy se denuncia la existencia de escuadrones de la muerte. La criminalidad aumentó bajo la dirección del Core Group creado por funcionarios públicos y empresarios locales y que fue formado por los embajadores de Estados Unidos, Canadá, Francia, Alemania, el secretario de la OEA y el de la ONU. Las armas de las pandillas, como aquí en México, vienen de Estados Unidos y ¿cómo las adquieren esas pandillas cuyos miembros son pobres?, se pregunta Henry Boisrolim.

La OEA, la ONU, y el presidente de la República dominicana hablan hipócritamente de una crisis humanitaria (cólera, inflación, desnutrición, violencia) y claman por una nueva intervención militar y no hacen nada. La movilización popular rechaza la injerencia extranjera.

La solidaridad de nuestros pueblos es urgente.

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