Aproximadamente una hora antes de que el presidente Andrés Manuel López Obrador diera su primer informe (o tercero, si contamos el de los 100 días y el del 1 de julio) de gobierno, un grupo de personas comenzaron a congregarse afuera de Palacio Nacional en la puerta más cercana a La Catedral, que era resguardada solamente por dos amistosos soldados.
Los asistentes al Zócalo, escuchaban el informe desde sus teléfonos móviles y a ratos acercaban el aparato a un megáfono para amplificar el sonido. En la otra esquina, contraria a La Catedral, familiares de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa daban también el recuento de sus actividades desde un micrófono en un puesto de metal lleno de carteles.
Al evento también asistieron los vendedores ambulantes que aprovechan cualquier movimiento social para intercambiar mercancía por unos pesos. Tazas con la cara del presidente, banderas, playeras, gorras, llaveros, los “Pejeluches” en tres distintos tamaños y precios: de 30 el chiquito, 50 el mediano y 150 el grande… Ah, y la edición especial, única y de colección de los “Legos” de López Obrador, por supuesto fabricados en China.
Mientras en el patio de Palacio el mandatario daba cifras, afuera estallaban porras: ¡Es un honor estar con Obrador! ¡Sí se pudo! ¡Ánimo presidente! ¡Primero los pobres! ¡Fuera el PRI! ¡México sin PRI! La seguridad era mínima, en la plancha del Zócalo se llevaba a cabo simultáneamente la sexta Fiesta de las Culturas Indígenas con puestos de comida, medicina tradicional, ropa y música; todas las salidas del metro se encontraban abiertas y no había vallas metálicas alrededor del edificio.
Los dos militares que custodiaban la puerta de Palacio, posaron firmes junto a un niño disfrazado de elemento de las fuerzas armadas y luego con todo aquel que quisiera una foto, sonreían y saludaban. Cumpliendo con su vocación de manifestarse en contra y ahora a favor, también Julia Klug, esta vez ataviada de Adelita y el señor que se caracteriza del Che Guevara. Si has ido a alguna marcha en la Ciudad de México, seguramente los has visto.
Hacia el final del acto llegó el joven periodista de ADN 40 que fue golpeado el 16 de agosto por un hombre durante una protesta feminista. Con las curaciones aún en la nariz después de la operación a la que fue sometido, se presentó de traje para transmitir en vivo. La gente se acercaba a él para estrecharle la mano, tomarse una foto, decirle unas palabras de apoyo. Incluso un grupo de mujeres hicieron un cerco alrededor del periodista para protegerlo: “Nada más no le vayan a pegar a mi periodista que yo si salto”, dijo una.
Emilio Azcárraga fue de los primeros en salir del Palacio Nacional, terminado el informe del presidente: rodeado de sus cuatro escoltas, tuvo que correr a su automóvil pues la gente lo persiguió mientras le gritaban: “¡Asesino! ¡Vendido!, y, ¡Fuera Televisa! Cuando medios y ciudadanos se dieron cuenta de que los asistentes comenzaron a salir por la puerta de la calle Moneda, todos corrieron a ver a quién podían entrevistar o con quién podían tomarse una foto. “¿Quién es?” preguntaron, “Martí Batres”, respondió alguien y todos se unieron al cerco-fila.
Una hora después de que terminó el informe, que duró una hora cuarenta minutos, aproximadamente, la gente seguía parada alrededor de la puerta con la esperanza de que saliera el presidente. Cada que la puerta se abría, se escuchaban los gritos de emoción y “ahora sí es él”. La pequeña manifestación en contra de López Obrador que salió del Ángel de la Independencia sobre la avenida Reforma nunca llegó al Zócalo.