Textos y Contextos. La era de la desinformación: y ahora que tenemos las herramientas, nos creemos todo 

Entre 1440 y 1455, Johann Gutenberg logró adjudicarse el título de “inventor” de la imprenta, y a la postre, Martín Luthero revolucionaría occidente con sus traducciones de La Biblia al alemán. Cuando la biblia de Luthero se masificó gracias a la imprenta de Gutenberg, se puede hablar quizá del principio del fin del Oscurantismo y el nacimiento de la Ilustración, pues gracias a la posibilidad de llevarle a la sociedad la información y el conocimiento impresos en un papel, surgieron movimientos como los Enciclopedistas y la gente, poco a poco, pudo tener el saber en sus propias manos.

Entonces comenzó la creencia de que, algún día, todos los seres humanos tendríamos acceso al conocimiento total que existe en el Sistema Mundo, y es probable que estemos muy cerca de ello, pues incluso vivimos en lo que hemos llamado: “La sociedad de la información”. Los avances tecnológicos nos permiten resolver cualquier duda con la simple acción de revisar en el buscador de nuestro teléfono inteligente.

Y si esto lo hubiesen visto los enciclopedistas del Siglo XVIII, como Denis Diderot, se hubieren vuelto locos, pensando que ya somos una sociedad libre, informada, con el criterio suficiente para cuestionar toda la estructura social; sin embargo no fue así. Vivimos entonces no en una sociedad, sino en una “era” de la información, como le llama el teórico de la comunicación, Manuel Castells, quien ha criticado con severidad la forma en la que hemos utilizado este enorme poder que es tener los medios masivos de comunicación al alcance de todos.

Las redes sociales de internet nos dieron el poder no sólo de informarnos de todo y a cualquier hora, sino también, de producir mensajes a los que Castells llama “autocomunicación de masas”, pues literalmente, quien sea que tenga acceso a los dispositivos necesarios, puede lanzar información a todo el mundo conectado en la red. Empero, esta acción es peligrosa, pues como bien lo dice Umberto Eco, palabras más, palabras menos, “somos testigos del actuar de una legión de idiotas donde cualquier imbécil puede hablar a la misma audiencia que antes sólo tendría un premio Nobel”… aunque haya galardonados de esa categoría que también parezcan ser parte de esa legión, claro.

El punto es que la era de la información no nos arregló nada, al contrario, lo empeoró de alguna forma, pues vivimos más bien en la era de la desinformación, saturados de propaganda, de noticias falsas y de otra sarta de vicios que tenemos como sociedad porque nos dieron las herramientas pero nadie nos dijo como usarlas.

Los que sí supieron cómo hacer uso de ellas, estos estructuralistas de Chicago que tratan a la sociedad como experimento de ratones, nos manipulan tan fácil que nos creemos cualquier mentira que nos muestran en “los grandes medios de comunicación”. El otro día, discutiendo con una señora sobre una noticia ante la que yo tenía la certeza que era falsa, ella me refutó diciendo: “estás mal, hasta salió en la tele”, y ahí supe que era un debate que no llevaría a ningún lado.

En la era de la pos-verdad, es decir, presentar la información para que sea analizada desde la emoción y no desde la razón, con el fin de manipular más fácil a la opinión pública, nos creemos cualquier cosa sin analizarla; el inconsciente colectivo se nutre de las estrategias de históricos publicistas o propagandistas, como Edward Bernais o Joseph Goebbels, quienes entendieron que la sociedad te compra cualquier producto e idea siempre y cuando sepas apelar a la emoción correcta en el momento exacto. Goebbels incluso, tiene un decálogo que ante cualquier duda, debiéramos revisar para ver si en realidad no tenemos enfrente una estrategia nazi para convencernos de alguna falsedad.

Cierro desde la primera persona para declarar que me deprime vivir en una sociedad donde “los grandes medios” son los primeros en replicar rumores y falsedades para mantener a la sociedad en estado de confusión y manejarla así, como a marionetas. Es una pena vivir en la “edad de hierro”, de la que hablaba el filósofo griego Hesíodo: “Los hombres no cesarán de estar abrumados de trabajo y miserias durante el día ni de ser corrompidos durante la noche, y los Dioses les prodigarán amargas inquietudes”.

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