Verde, blanco y rojo inundan nuestro país porque ha llegado septiembre, y con él, los días más nacionalistas del año, en los cuales, los mexicanos celebramos con alaridos, banderas y pozole un aniversario más del grito de independencia en Dolores, Hidalgo.
Los procesos independentistas de los últimos siglos alrededor del mundo han sido motivo de celebración para todas las naciones que lograron la emancipación del imperialismo que en algún momento tuvo a sus poblaciones indígenas esclavizadas y bajo el yugo de alguna monarquía. África y América Latina poseen los más claros ejemplos en cuanto a países que actualmente celebran haber desterrado a los colonizadores que llegaron hace cientos de años a saquear sus riquezas naturales.
Sin embargo, la independencia no siempre ha sido, por si sola, el maná sanador para los pueblos oprimidos de los llamados “países tercermundistas”, pues en gran parte de los casos, las patrias que lograron la victoria ante el imperio, siguen siendo víctimas de otro tipo de imperialismo.
Por ejemplo, Haití fue el primer Estado independiente de América Latina, al vencer en 1804 al imperio francés comandado por el mismísimo Napoleón Bonaparte. No obstante, y fiel a su costumbre ancestral, los Estados Unidos, al mando presidencial de Thomas Jefferson, negaron la independencia de este país, lo que trajo varios conflictos políticos y sociales. Además, la economía haitiana vino en decadencia, por lo que el nuevo gobierno pidió créditos a bancos franceses lo cual hundió más su patrimonio nacional.
Hoy en día, Haití es una de las economías más pobres de su zona, pues gracias a las dictaduras de los Duvalier, según el Banco Mundial, la economía haitiana cayó a un ritmo medio de 0.2 por ciento por año durante la década de los 80, y se encogió un 0.4 por ciento más por año durante los 90.
Otros ejemplos de estas independencias sobrevaloradas se encuentran en África, donde la mayoría de los países fueron intervenidos por naciones europeas y al lograr su emancipación terminaron en peores gobiernos comandados por los mismos africanos.
Uno de los casos más claros es el de Uganda, dado que pocos años después de haberse independizado de la Gran Bretaña (1961), fue sumida en una dictadura militar bajo las órdenes del africano Idi Amín, quien mantenía aterrorizada a la población con su violento y represor régimen. Así, grandes independentistas como Kwame Nkrumah o Patrice Lumumba, fueron asesinados por otros africanos que más allá de enaltecer las nuevas independencias, eran patrocinados por las mismas naciones imperialistas para mantener a los africanos sumidos en la miseria.
Finalmente llegamos a México, que estos días celebra su independencia, y qué momento se vive ahora: una sociedad expectante a los resultados de la llamada 4ta Transformación. Lo que se puede agradecer es la congruencia del nuevo gobierno, pues a diferencia, por ejemplo, de Vicente Fox, Andrés Manuel López Obrador está realizando los proyectos que prometió en campaña, y no utilizó la estrategia de ponerse botas para empatizar con el pueblo y después volverse neoliberal.
Sin embargo, qué difícil hablar de independencia en tiempos de globalización y tratados comerciales. ¿Qué tanto un gobierno de país en desarrollo se puede desvincular de las decisiones de las grandes potencias mundiales? Por lo pronto, se agradece que la diplomacia mexicana ha retomado cierto nivel por lo que México no se ha convertido en Tercer País Seguro y ha impulsado, por iniciativa nacional, el desarrollo de Centroamérica.
Disfrutemos los días de descanso y la convivencia con nuestras familias, pero hagamos conciencia de las implicaciones que el término “independencia” tiene para las naciones en desarrollo y, vale la pena decirlo, vivamos un festejo bajo uno de los mandatos presidenciales más legítimos de las últimas décadas de nuestro país.