Nuevo esquema para los Centros Integralmente Planeados

Ante el relevo gubernamental que vive México, bien vale la pena hablar los Centros Integralmente Planeados (CIPs) que entrarán en una nueva dimensión administrativo junto con el Fondo Nacional de Fomento al Turismo (FONATUR), alejados de la corrupción. Cunado menos ese es el compromiso de su director Rogelio Jiménez Pons.

Como ya se sabe, los CIPs se proyectan en la administración del presidente Gustavo Díaz Ordaz, pero se consolidación en el periodo de su sucesor: Luis Echeverria Álvarez, quien dio paso, en 1974, a la creación del FONATUR, institución que hasta ahora se encarga de la administración de estos centros.

El primer CIP fue Cancún, en Quintana Roo, justo el extremo del territorio que mira al Caribe; luego nacen Ixtapa-Zihuatanejo, en el estado de Guerrero, en el Pacífico; Loreto y San José del Cabo, en la península de Baja California; y Huatulco, también en el Pacífico, pero en el estado de Oaxaca, siempre bajo la filosofía de FONATUR de crear proyectos turísticos sustentables, algo muy cuestionable.

Como también lo es su misión de convertirse en el eje estratégico para el desarrollo de la inversión turística en México “contribuyendo a la mejora e igualdad social y a la competitividad de sector turístico”; que decir de su visión de “concretar proyectos de inversiones sustentables en el sector turístico, orientados a mejorar la calidad de vida de la población, a la generación de empleos y al pleno desarrollo de su personal en un ambiente libre de discriminación e igualdad entre hombres y mujeres”.

¿Qué es un CIP?

Un CIP es una esquema donde el gobierno desarrolla un área turística. Adquiere tierras, elabora un plan maestro de desarrollo estratégico y construye los primeros hoteles para dar a conocer el destino turístico y convertirlo en una opción viable, con potencial para atraer la inversión privada.

Cuando el desarrollo se cristaliza, el gobierno mantiene la inversión en la infraestructura urbana (aeropuertos, puertos y todos los servicios públicos) y en la medida en que crece la población y en consecuencia la demanda, aumenta el gasto en dotación de servicios y continúa la subvención de la inversión privada.

Bajo este esquema, a lo largo del tiempo, se crearon desarrollos inmobiliarios amorfos donde, por un lado, había la opulencia y, por el otro, la extrema pobreza. Y todo lo cubrió una estela de corrupción por la compara y venta de terrenos a precios irrisorios, entre otras muchas acciones negativas. De no haber sucedido estos, FONATUR sería la inmobiliaria más grande del mundo.

Por ello, como lo anuncio el director general de FONATUR, ahora la institución “ya no va a vender ni comprar terrenos, va a ser una Fibra (Fideicomiso Bursátil), es decir, vamos a generar proyectos a partir de la asociación con propietarios de terrenos o comunidades. Si el predio tiene características y vale la pena, le ponemos un proyecto y lo metemos a través de valuadores, personas que califican proyectos, y si son positivos, entrarán a la Bolsa de Valores, para que sea el mercado el financiador”.

Al crear la Fibra se obliga a transparentar la gobernanza, y al acceder al mercado, a democratizar el capital, es decir, cualquier persona puede invertir en los desarrollos turísticos; la inversión es fundamental para el país, y no se va a pedir dinero a Hacienda.

Este esquema se aplicará en Playa Espíritu, el Centro Integralmente Planeado de Sinaloa. “Aquí paramos todo, revisaremos opciones y haremos una Fibra, con base en un proyecto calificado por el mercado para que entre dinero de la Bolsa de Valores.”

La miseria, el mayor problema

La premisa fundamental es lograr un gran impacto social. La marginación y la miseria se comen las reservas de la biósfera. La gente sin tierra invade, tala árboles de caoba o cedro para hacer las tortillas más caras del mundo.

Jiménez Pons explicó que todos los proyectos deben tener cuatro patas, como una mesa: la económica, ambiental, social y cultural. Adicionalmente, debe haber certeza jurídica, plataforma para que la gente invierta — ese es el papel del Estado – y detonar la inversión pública y el desarrollo social. Actualmente ya no se puede estar pensando solo en los ricos, es necesaria la política incluyente; es la filosofía de la mesa pareja.

“Cuidemos a la gente, porque la miseria es la más contaminante. Cuando tienes grandes cinturones que carecen de drenaje o agua potable, es una desgracia y un desastre ecológico. Tienes la opulencia en los desarrollos turísticos y el desastre social a un lado, como es el caso de Acapulco, la miseria se lo acabó”.

El diagnóstico es acertado, la estrategia está clara, esperemos que se aplique adecuadamente y los resultados sean positivos para revertir 58 años de “errores” que han costado mucho al país en todos los sentidos: económico, político y social.

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