Textos y Contextos. Del “Rápido y furioso” al desarrollo de la región: el cambio en la relación con los EU

En 2008, el gobierno de Felipe Calderón firmó con autoridades de Estados Unidos la Iniciativa Mérida, que tenía como fin fortalecer a las fuerzas policiacas y militares para atacar el tráfico de drogas y la migración hacia la frontera norte. Un año después, se echó a andar el operativo “Rápido y furioso”, que consistió en que mandos estadounidenses fomentaban el tráfico de armas hacia México para, según ellos, “seguirles la pista” y así desarticular grupos criminales.

Entonces, con esas balas, con esas armas, murieron cientos de mexicanos, todo por un plan mal ejecutado, acordado en las sombras hasta que en diciembre de 2010, Bryan Terry, agente de la patrulla fronteriza de Estados Unidos, murió por un disparo de un rifle que fuera parte del operativo. Tuvo que morir un estadounidense para prender las alarmas…

Este fin de semana, se cerró un capítulo más de esa larga discusión entre México y los Estados Unidos, concerniente a la frontera norte: indocumentados, droga, armas, comercio. La gran diferencia y lo que habría que resaltar es la forma tan pública de las negociaciones.

Estados Unidos, se caracteriza por ser un país que no negocia: actúa. Cuando fue derrotado en Bahía de Cochinos en 1961, bloqueó la economía de Cuba y la asfixió durante años; cuando quiso el petróleo de Irak, bombardeó, aniquiló; cuando se enteró que en Siria había hartos recursos como gas natural, mandó tropas, también invadió; a Venezuela le quiso poner un Juan Guaidó de presidente, sólo que la unidad de la sociedad y la milicia del país bolivariano le dijo que no.

Así podríamos seguir con ejemplos históricos, porque, se insiste, Estados Unidos no negocia, actúa. Y con México, a partir de 1994, sino es que desde un tanto antes, la relación se volvió de dominación política total por parte de los estadounidenses. Vicente Fox ofendió a un líder histórico como Fidel Castro con el “comes y te vas” sólo porque George W. Bush no lo quería en el mismo ambiente que él, y podremos estar de acuerdo o no con la Revolución Cubana, pero en la diplomacia, un Jefe de Estado, no puede darse esas licencias, menos con un líder que trascendió décadas.

En tiempos más recientes, tuvimos un canciller como Luis Videgaray, que llegó al puesto con ánimo de aprender por su nula experiencia en relaciones internacionales, ya que su mayor gracia, era ser amigo de Jared Kushner, yerno de Donald Trump, funcionario de la Casa Blanca y a quien sin ningún merecimiento, el gobierno de Enrique Peña Nieto, le otorgó el Orden del Águila Azteca, la más alta distinción que da el Estado Mexicano a personas extranjeras.

El propio Videgaray hacía gala de su diplomacia tirando pleito con Nicolás Maduro vía Twitter, como si fuera vocero de los Estados Unidos. Todavía en 2017, México declaró persona non grata a Kim Hyong Hil, entonces embajador de Corea del Norte en nuestro país, sólo por quedar bien con Estados Unidos, y todo esto, sin ninguna ganancia para México.

Entonces, de negociaciones como la que encabezó Marcelo Ebrard para evitar los aranceles a productos mexicanos, se agradece no sólo lo público del asunto, sino también la altura diplomática de un país que ya no sólo le dice “sí” a Estados Unidos, sino que se sienta a negociar de iguales: frenarle una decisión a Donald Trump y que su país acepte participar en el desarrollo de Centroamérica, no es poca cosa.

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